El público, enjaulado
ESTAN SIENDO vallados los terrenos de juego de los campos españoles de fútbol. Es lamentable haber llegado a este extremo, y precisamente ahora. Cuando el fútbol, el deporte de masas por excelencia de este país, se encuentra en camino de encontrar su propio ámbito pasional, es cuándo se precisa enjaular a los espectadores para que algunos de ellos, no salten al césped y den mala cuenta del árbitro o un linier.Durante cuarenta años, el fútbol fue el sustitutivo de muchas inquietudes Y la espita de otras tantas inhibiciones. Tuvo, por ello, su añadidura de violencia en las gradas; violencia que, por otra parte, en pocas ocasiones pasó de ser verbal y gesticulante. Pero, no obstante, el fútbol español acumuló un exceso de significados que no le eran propios. El primero, su significado político, del que fue engordado descaradamente durante cuarenta años:
Qué duda cabe que el fútbol fue manipulado políticamente por el régimen franquista. Englobado -como el resto de los deportes- en el ministerio del partido en la Secretaría General del Movimiento, llegó a utilizarse el fútbol hasta para vaciar las calles de las capitales los días primero de mayo de cada año, o cualquier otra fecha de posibles manifestaciones antirrégimen.
Un gol contra la selección soviética se revestía de sobreentendidos políticos, del Real Madrid se escribía -y acaso con razón- que hacía buena parte de nuestra política exterior y ya en un orden doméstico- ¿qué decir de las. pugnas Madrid -Barcelona a cuenta de un partido y ahora reverdecidas a destiempo?
Acaso la violencia que ahora campea sobre el fútbol no obedece más que a una traslación artificial y forzada de los problemas desde las mesas de discusión política a los terrenos de juego futbolísticos. Ello podría explicar la reciente y momentánea pérdida del seny por algunos catalanes en el Camp Nou. Porque un gol de más o de menos para el Barcelona, mediando árbitro o equipo castellano, es algo más que una unidad en el marcador. Como el Barcelona es algo más que un club de fútbol. Lamentable estado de cosas. Iríbar arbola la ikurriña y la hinchada catalana entona Els Segadors ante la incompetencia de un árbitro.
Lamentablemente, desintoxicar el fútbol de los ingredientes políticos que le han sido añadidos llevará tiempo y paciencia. La necesaria para que los partidos políticos ocupen todo el terreno de juego que hasta ahora ocupaban los futbolistas. Entonces se podrán derribar las vallas de los campos, porque un penalti mal pitado será una desgracia para la afición; pero no una afrenta política. Será el día en que esas cosas se diriman en las Cortes, en las que también cabe la pasión, pero en donde los diputa dos se increpan de Su Señoría. Y en donde esperamos no haya razón ni sitio para levantar jaulas.
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