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Bélgica, reticente frente a la Península Ibérica

El Gobierno belga mantiene serias reservas sobre la posible entrada de Portugal al Mercado Común. Su primer ministro, Leo Tindemans, lo recordó hace unos días en el curso de una conferencia pronunciada en París. El ministro de Relaciones Exteriores, Renaat van Elslande, lo repitió: Bélgica teme que las candidaturas de Portugal y España perjudiquen la buena marcha de la integración europea, dadas las diferencias económicas entre la Comunidad y la Península Ibérica.La postura no es nueva. Van Elslande la defendió en el último Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de la CEE, del pasado 8 de febrero, que concluyó con la apertura política de la CEE a la futura candidatura lusitana.

Los belgas vuelven al ataque y, no sin razón, temen que Portugal espere una ayuda masiva de la CEE. El Gobierno belga defiende la idea de buscar un estatuto intermedio, entre la asociación y la adhesión, para Portugal y España.

En cuanto a los motivos políticos que podrían explicar las razones de las reservas belgas a la entrada de Portugal y España -aunque Tindemans parece tener dos versiones, una para Madrid y otra para la Comunidad- no hay que olvidar que Bélgica quiere conseguir, a través de la ampliación, el fin del monopolio de la unanimidad en las reuniones de la CEE.

La opinión es lógica, ya que si hay dificultades para obtener unanimidad a nueve, será todavía mucho más difícil lograrla a doce.

La idea de los belgas de asociar a portugueses y españoles solo a las reuniones de «concentración política» de la CEE, es como enseñar un caramelo y guardarlo otra vez. En una comunidad donde lo que cuenta es lo económico, mientras que lo político sigue siendo bastante utópico, o se participa in tegralmente o se queda al margen. Por otra parte, tanto Madrid como Lisboa insisten en que no debe ha ber un período de preadhesión.

La adaptación de las economías debe hacerse a partir' de la firma del tratado de adhesión. Hay que seguir el mismo camino que la CEE practicó con británicos, irlandeses y daneses, que han tenido cinco años para armonizar sus reglas económicas a las comunitarias, pero que participan integralmente en los trabajos comunitarios desde el día de los a cuerdos de adhesión.

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