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Clásica

Carmelo Bernaola visto por Tomás Marco

La amplia serie biográfica del MEC dedicada a Artistas españoles contemporáneos viene publicando algunos volúmenes dedicados a compositores vivos: Rodrigo, Esplá, Cristóbal Halffter, Luis de Pablo, Tomás Marco y Montsalvatge han precedido al recién aparecido Carmelo Bernaola. En este caso, como en casi todos los anteriores, estas biografías-estudio vienen a llenar huecos sensibles en el panorama de la musicografía nacional.

De Carmelo Bernaola se ha hablado y escrito mucho -hemos hablado y escrito-, a veces con gran extensión, como es el caso del ensayo que acompañó a la audición que le dedicara la Fundación March. Pero faltaba la visión panorámica que, por un lado, acercase al hombre, y por otro, evidenciara la trayectoría de la obra. Trabajo que ha realizado, Con el conocimiento y competencia que le caracterizan, Tomás Marco. En otras ocasiones he coiffientado la actitud de este dompositor y musicógrafo, atento siempre al quehacer de sus compañeros mayores, iguales y meiriores; dispuesto a la difusión de su música y al estudio detenido de cuanto, con alguna validez, apairece en nuestro panorama inusical creador.Bernaola es hombre efusivo, de múltiples inquietudes artísticas entre las que destaca su amor y hondo interés por la pintura. Sus cualidades humanas -generosidad, ausencia de vanidad, calidad de sentimiento y conducta, vasquismo que entiende desde la entraa y proyecta con amplitud universal- iluminan los pentagramas, cada vez más definidos en una suerte de síntesis natural, absorbida, de elementos y principios de diversa procedencia. Carmelo acepta cuanto las nuevas técnicas aportan, pero, en igual medida, la herencia recibida de los maestros que le precedieron. Síntesis que se realiza por vías de una intencionalidad expresiva puramente musical y muy rica en dimensiones sociales. Quiero decir que, para Bernaola, la comunicación con los demás e.. la música, constituye supuesto tan radical como la comunicación humana. Quizá no exista en nuestro panorama tantas veces enzarzado, huidizo, insincero, poblado de torres de marfil siempre negadas por sus habitantes, un músico tan solidario como Carmelo Bernaola.

Por otra parte, en el compositor de Ochandino se alía un sentido artesanal bien definido y un refinamiento de criterio en la búsqueda de enunciados estéticos y soluciones técnicas de extremado rigor. Cuando Bernaola tarda más de lo que todos quisiéramos en da has horas de autocrítica, y altos niveles de autoexigencia. Como Manuel de Falla, es consciente de que la creación no se hace sin esfuerzo, que hay que estrujarse, para dar lo mejor de sí, y decirlo con una simplicidad que oculte el esfuerzo. Sucede que, por su carácter, si en medio de un proceso creacional encontramos al músico enfrascado en la última exposición o en apasionada persecución del Atlético de Bilbao para asistir a sus partidos, allí donde se celebren, da la impresión -unido a su carácter alegremente feliz- de que está apartado de las urgencias compositivas. Nada más inexacto. Carmelo compone mentalmente en el entorno habitual de la glorieta de Bilbao, en los alrededores de San Mamés, o en las terrazas del Espolón de Burgos, su segunda tierra.

Gran vasco, este vizcaíno-castellano, cuyos secretos humanos y musicales ha sabido detectar, desde un criticismo agudizado por la amistad y la admiración, su colega Tomás Marco. El rigor intelectuales de nuestro compañero en la crítica da a cuanto escribe los dos órdenes necesarios: orden de pensamiento y orden de exiposición. Cuanto escribe Marco sobre Carmelo interesa, pues no hay escapadas fáciles a la literatura por más que el estilo, por conciso y directo, resulte atractivo en grado sumo. Al texto se añaden una serie de utilísimos apéndices: catálogos de obras, discografía, cronología, juicios críticos y material gráfico. En las páginas del bien editado y accesible volumen encontrará el lector interesado a Carmelo tal y como es: entero y verdadero. Nunca estos dos términos adquieren tanto valor como aplicados al formidable Bernaola.

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