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Se intensifican los contactos entre Estados Unidos y Cuba

Estados Unidos y Cuba podrían normalizar sus relaciones en un plazo relativamente breve, una vez que la diferente actitud hacia el régimen de Castro adoptada por la nueva Administración demócrata, junto con una mayor flexibilidad negociadora por parte cubana, hayan hecho posible el establecimiento de las primeras bases para una progresiva distensión.

La decisión norteamericana de ampliar sus aguas pesqueras hasta el límite de las doscientas millas será el primer pretexto que obligue a negociar a representantes de Washington y de La Habana. Dado que Cuba sólo está separada por noventa millas de las costas de Florida, ambos países deben llegar a un acuerdo en materia de pesca sobre las aguas de esa zona.Por otra parte, el convenio sobre piratería aérea que firmaran en 1973 Norteamérica y Cuba finaliza en el próximo mes de abril, lo que supone otro motivo de negociación. En la actualidad, dicho acuerdo sobre secuestros aéreos se encuentra suspendido unilateralmente por La Habana, como consecuencia del atentado terrorista de octubre pasado, en Barbados, contra un avión cubano de línea regular, en el que murieron más de setenta personas.

Fidel Castro acusó a la Agencia Central de Espionaje (CIA) norteamericana de estar implicada en el sabotaje y, como represalia, suspendió unilateralmente el convenio, lo que se tradujo en un nuevo deterioro de las relaciones.

La llegada de la Administración Carter al poder y, especialmente, la desaparición de Henry Kissinger de la Secretaría de Estado, supusieron un nuevo replanteamiento de las relaciones entre los dos países. El tema cubano había tenido un gran relieve en la campaña electoral norteamericana y Carter lo situó entre sus primeras preocupaciones, mientras que Ford, presionado por el ala derecha del Partido Republicano, tuvo que colocarse en posturas más intransigentes.

La retirada del cuerpo expedicionario cubano de Angola era, para la anterior Administración, una condición previa a cualquier tipo de conversaciones con La Habana. Ahora, sin embargo, el nuevo secretario de Estado, Cyrus Vance, declaró recientemente que estaba dispuesto a negociar con los cubanos, sin ninguna condición, aunque reconoció que la presencia cubana en Africa no facilitaría el diálogo.

Entre los grandes contenciosos que separan a los dos vecinos, se encuentran, por parte norteamericana, la actitud de exportar la revolución seguida por el régimen de Castro y el problema de las empresas estadounidenses en Cuba, que fueron nacionalizadas, y que se valoran en casi 2.000 millones de dólares. En el lado cubano, el bloqueo comercial mantenido durante más de una década por los norteamericanos contra la isla, la presencia de la base militar de Guantánamo en la punta este de Cuba, en base a un tratado de los años treinta, considerado como no válido por el actual régimen de la Habana, y el apoyo de Washington a los grupos activistas de exiliados cubanos, son los temas de más difícil solución.

La visita a Cuba, esta semana, del congresista demócrata por Nueva York, Jonathan B. Bingham, presidente del subcomité de Comercio Internacional de la Cámara de Representantes, se interpreta en Washington como un nuevo e importante paso hacia las primeras negociaciones. Una vez resueltos los problemas de las aguas pesqueras y, posteriormente el del convenio bilateral contra la piratería aérea, ambos países podrían iniciar relaciones comerciales hasta llegar, a mucho más largo plazo, al establecimiento de plenas relaciones

Por parte cubana, las condiciones para sentarse a la mesa negociadora con Estados Unidos eran el cese inmediato de la campana de terrorismo y hostilidad contra Cuba, apoyada por Estados Unidos. Sin embargo, el jefe de las fuerzas armadas cubanas, Raúl Castro, afirmó el pasado mes de diciembre que nosotros no identificamos el imperialismo yanqui con el pueblo norteamericano, y que sabemos que en influyentes sectores del Gobierno estadounidense se empieza a admitir el fracaso de la política oficial hacia Cuba, y se ve clara la necesidad de una nueva política hacia nosotros. Esta declaración se interpretó como un primer cambio de actitud cubano hacia la nueva Administración norteamericana.

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