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Giscard d'Estaing ataca a la izquierda y a la derecha

Llegado el momento les diré a los franceses lo que es bueno para Francia, declaró anoche el presidente de la República, Valery Giscard d'Estaing en la villa de Ploermel al final de su viaje por Bretaña, en un discurso de corte electoral que inmediatamente muchos calificaron como uno de los más importantes de su mandato.Unas 20.000 personas, llegadas de toda la región por sus propios medios y en autobuses gratuitos, aplaudieron con entusiasmo los pasajes más significativos de este discurso con el que el presidente parece haber querido frenar el deterioro de su figura e incluso de su autoridad política, producido por el clima nervioso que domina la vida política -francesa ante la posibilidad de una victoria de la izquierda en las legislativas de 1978.

Todo el abanico político francés fue atacado vigorosamente por Giscard d'Estaing, quien, al mismo tiempo, proclamó una vez más la primacía del presidente y del primer ministro en la dirección del país. No aceptaré -dijo- que se toquen las instituciones. No le corresponde al secretario general del Partido Comunista autorizarme a ejercer mis funciones (el señor Marchais opina que, si gana la izquierda el presidente debería someterse a la izquierda o dimitir). No consentiré que tal o cual personalidad (se refería en este caso al señor Deffere, líder socialista) adelante lo que debo hacer.

Deffere, también alcalde de Marsella. declaró el domingo último que en caso de victoria de la izquierda. debía nombrar primer ministro a Mitterrand.

Las divisiones de la mayoría fueron abordadas Con igual severidad. y aunque Giscard d'Estaing no pronunció su nombre, cada cual reconoció al señor Chirac cuando advirtió: Ya es hora de quese deje de obstaculizar la acción del presidente a la vez que se acepta la Constitución.

Sólo Raymond Barre coordinará y dirigirá la campaña de 1978, confirmó Giscard d'Estaing al tocar el tema de las legislativas históricas. Sobre la misma cuestión insistió en que llegada la ocasión, intervendría en la campaña, y explicitó lo que, a su juicio, constituye lo bueno para los franceses: ni destruir las instituciones, ni las promesas demagógicas, ni el centralismo económico, ni la apoteosis burocrática.

El presidente reconoció que en Francia hay demasiadas desigualdades sociales, y prometió remediarlas, pero no con una revolución, ni con los métodos de los falsos sabios, que conozco muy bien y no me impresionan (la izquierda). El presidente francés afirmó, finalmente, que su ambición no era más que una: justicia y libertad.

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