Carta del cardenal Tarancón sobre ingresos económicos de la Iglesia
«Los cristianos han de sentir su responsabilidad económica con respecto a la Iglesia, exigiendo, claro está, una administración diáfana.» Así termina el cardenal Tarancón su carta cristiana de esta semana publicada en el boletín Iglesia en Madrid, en la que habla de las fuentes de ingreso de la comunidad católica y analiza las ideas básicas desde las cuales se han de interpretar esos ingresos.«La Iglesia ha de dar gratis lo que ha recibido gratis -argumenta el cardenal Tarancón- El poder sobrenatural que ha recibido de Cristo no se puede comprar ni vender. La Iglesia siempre ha condenado muy fuerte la «simonía», es decir, el pretender comprar con dinero los poderes sobrenaturales.»
Asentada esta premisa, el cardenal examina el problema en los tiempos actuales. «Otra cosa es -dice- que la Iglesia para poder vivir y actuar exija alguna aportación a sus miembros. Parece lógico y muy natural que sean los mismos fieles que, por pertenecer al pueblo de Dios, tienen el deber de ayudarle en el ejercicio de su misión; los que contribuyan económicamente, facilitando los medios indispensables para ello. »
«Si una sociedad es mayoritariamente católica, no se ve la incompatibilidad de que sea el Estado, que recoge y administra las aportaciones de la comunidad en orden al bien común de todos los ciudadanos, el que atienda a las necesidades de la Iglesia, cuya actividad supone un servicio muy interesante para el bien común.»
Aunque, si el estado de las nóminas personalmente a los sacerdotes puede surgir el riesgo de considerarlos como funcionarios, este problema puede resolverse, aún con el mismo procedimiento, siempre que se evite la idea peligrosa de la subordinación.
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