_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Plan de subvenciones del FORPPA: muerte al algodón y al girasol

El Fondo de Ordenación para la Regulación de Precios y Productos Agrarios les, en nuestro país, el organismo básico de la política de subvenciones a la agricultura. La política de subvenciones es, como se sabe, uno de los pilares sobre los que descansa la orientación de las producciones agrarias, dado que las decisiones del agricultor en cuanto a la elección de cultivos están altamente influidas por dicha políticaPues bien, el FORPPA acaba de preparar un programa de subvenciones para el año 1977 (ver EL PAIS de 28 de enero), del que se deduce que los cultivos de algodón y de semillas oleaginosas no interesan a las autoridades agrarias. No es posible explicar de otra forma el recorte drástico de las subvenciones destinadas a estos dos cultivos. El sector algodonero pasa de mil millones de pesetas en 1976 a ¡veinte millones! en 1977, y el de semillas oleaginosas, que recibió 610 millones el pasado año, recibirá en el presente 42. La justificación para la reducción de subvenciones al algodón -para la de semillas oleaginosas no se da ninguna- es que son previsibles altas cotizaciones en el, mercado internacional. La medida parece, cuando menos, precipitada a la vista del estado de postración de tal cultivo en la actualidad.

El algodón, uno de los cultivos tradicionales de nuestro país, parece destinado a desaparecer. Desde el año 1962 -el mejor año de la historia de este cultivo, tanto por superficie dedicada como por producciones obtenidas-, la política algodonera ha estado plagada de disposiciones contradictorias y erróneas.

Hasta ese año, las compañías desmotadoras del producto funcionaban en régimen de monopolio zonal y los cultivadores debían contratar sus producciones con la empresa correspondiente; sin embargo, las justas presiones de los agricultores en el sentido de liberalizar sus contratos y de impulsar la creación de sus propias cooperativas desniotadoras lograron la río renovación de las concesiones monopolístas que imperaban hasta ese rriomento. Pero este logro iba. a tener, consecuencias desfavorables porque la nueva reglamentación hizo que los textiles y los desmotadores perdieran interés por el algodón nacional; al amparo de unos precios internacionales más bajos que los anteriores, y apoyándose en los problemas que presentaba la recolección del producto para los grandes propietarios (Andalucía, Extremadura y el Sur de Levante son las zonas algodoneras por excelencia), las compañías textiles decidieron acudir al mercado exterior para adquirir su materia.

La extensión del cultivo de la remolacha en Andalucía y el retraso en la modernización del sector desniotador se añadieron a las anteriores razones para provocar el progresivo hundimiento de este cultivo a pesar del sistema de primas.

El resultado de todo ello es que hoy España produce menos de una tercera parte de la fibra de algodón que consume y ello en un momento de presión al alza en el mercado mundial, como consecuencia de una anunciada escasez del producto. De esta forma, un cultivo muy exigente en mano de obra (que podría paliar algo los problemas de paro en Andalucía y Extremadura), con una demanda creciente de la industria textil, del que la CEE es deficitaria y del que se extrae aceite de consumo humano y torta de consumo animal, se ve espectacularmente discriminado en la política de subvenciones agrarias. A pesar del alza previsible en su cotización, la eliminación casi absoluta de éstas va a alejar la posibilidad de i4na inmediata recuperación en este cultivo.

Razonamientos muy similares pueden hacerse con respecto a las semillas oleaginosas, especialmente el girasol. Un cultivo bien productivo en los secanos españoles como planta barbechera y que es la única esperanza clara de disminuir nuestras importaciones de soja es maltratado.

En las dos últimas campañas se ha producido una fuerte disminución en su cultivo porque las medidas de protección del aceite de oliva -ya comentadas desde estas páginas- impiden la fijación de un precio atractivo para el aceite de girasol. El de oliva debe seguir representando un porcentaje importante en el consumo nacional de aceites, pero no puede hipotecar el desarrollo de otras producciones muy interesantes para el sector agrario en su conjunto.

Aparte de los problemas manifiestos para los dos cultivos tratados, el nuevo programa de subvenciones no va a contentar a nadie, ya que, descontando la partida de compensación de fletes, se aprecia un recorte en el montante total con respecto al año anterior (8.000 millones de pesetas en 1977, frente a 8.226 en 1976) y, si bien han incluido producciones que no gozaban hasta ahora de subvención, ello se ha hecho. a costa de disminuir la correspondiente a la mayoría de los productos subvencionados en años anteriores.

Resulta realmente insólito que tras la ruinosa sequía de 1976 y la serie de problemas que el carripo viene arrastrando de años anteriores, las subvenciones para 1977 -año en que quizá pudiera iniciarse la recuperación del sector- no sólo, no se incrementen, al menos en el porcentaje correspondiente a la inflación padecida, sino que disminuyen en valor nominal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_