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Asociaciones de vecinos y política

La actividad del movimiento ciudadano madrileño ha descendido paulatinamente durante los últimos tiempos de forma notoria. De la avalancha de peticiones, denuncias, asambleas y ruedas de prensa, que las asociaciones de vecinos convocaban a diario, se ha pasado a una etapa de relajamiento en la que las meras reivindicaciones ciudadanas quedan superadas por la expectativa ante lo que pase o pueda pasar.Una de las denuncias que se ha utilizado con mayor frecuencia contra el movimiento ciudadano, sobre todo desde las esferas oficiales, era y es su alto índice de politización que convierte a las asociaciones en.correa de transmisión de los partidos cuando no en «una cueva de rojos». Ante estas aseveraciones, las asociaciones han insistido en que sus objetivos eran ciudadanos, de defensa del vecino, si bien los.temas políticos influyen noloriamente en el desenvolvimiento de estas entidades.

Las grandes cuestiones puestas sobre el tapete acerca del movimiento asociativo, han quedado frecuentemente sin contestación. Se ha dicho que las asociaciones de vecinos son débiles en cuanto a representatividad, que carecen de base popular que son poco operativas en cuanto a ofrecer un panorama de reivindicaciones sin dar, paralelamente un abanico de posibles soluciones. En definitiva, se mantiene que uno de los defectos del movimiento ciudadano es su falta de cooperación.

A todo esto las asociaciones contestan, con toda razón. que mientras el grueso del movimiento ciudadano se encuentre en una situación semi clandestina, con el 80% de sus asociaciones formando cola ante la Dirección General de Política Interior, la actividad de las entidades vecinales se ve limitada en su ámbito de influencia y difusión, máxime cuando esa paralegalidad ofrece pocas garantías al vecino que ve como los integrantes de las asociaciones son detenidos, las asambleas prohibidas y las peticiones desestimadas.

Circulo vicioso

El tira y afloja entre los vecinos y la Administración se ha convertido en un círculo vicioso. Hasta que no haya legalización total de asociaciones y partidos políticos, dificilmente se puede esperar que las agrupaciones vecinales tengan como objetivos secundarios su participación política, participación que debería pasar al juego abierto ofrecido por los partidos y centrales sindicales. Los vecinos necesitan manifestarse políticamente y uno de los cauces que se ha encontrado ha sido el movimiento ciudadano. La lucha contra la especulación, la necesidad de equipamiento socio-urbanístico, presenta unas características que aunque en ocasiones se haya planteado desde un ángulo puramente político, como forma de conseguir otras esferas, entre las que se encuentra el ayuntamiento democrático, no ha sido observado por la Administración en su punto justo y se ha confundido fácilmente a las asociaciones con pantallas tras las que se ocultan empresas diferentes.

La falta de juego legal, no permite al movimiento ciudadano desarrollarse totalmente, cribar sus esferas de actuación, abordar temas abiertamente. La hipersensibilidad política de los barrios es consecuencia de una política de obstrucción desarrollada por los organismos oficiales. Las promesas de legalización se quedan en simples promesas y lasivías de negociación se taponan en cuanto el panorama político se endurece o se oscurece. Es la propia Administración, quien provoca la politización evidente que existe en los barrios, aunque los presidentes de asociaciones insistan prudentemente en que esta politización está fuera de los objetivos de sus entidades.

También las asociaciones, la propia Federación, están estos días a la espera de un desenlace, también el movimiento ciudadano, es lógico, mira atentamente los diálogos del Poder con la Oposición, porqué están en juego, también, los parques, las escuelas y los colectores.

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