Los artistas plásticos intentan crear un sindicato
Durante los dias 19 y 20 se ha celebrado la II asamblea general de la Asociación de Artistas Plásticos de Madrid (APSA), a la que asistieron casi doscientas personas. Si algo puede decirse de estas ocho horas de reunión, es que fueron soporíferas y que no respondieron, en ningun momento, a las espectativas o esperanzas que en algunos sectores la convocatoria había despertado.
Se diría que las cuestiones administrativas o, simplemente burocráticas (tiempo de mandato de la ejecutiva, composición de ésta, forma de presentación de las candidaturas...) constituyen el centro de su actividad, no dejando lugar al auténtico y necesario debate sobre los numerosos problemas que tiene planteados la práctica artística en nuestra sociedad, o abordándolos exclusivamente desde la óptica «laboral» y «protesional». Aunque, difícilmente podría haber sido de otro modo, conociendo la ambigüedad y eclecticismo que ha presidido la marcha de esta asociación desde sus orígenes.Analizemos los dos hiveles que parecen entremezclarse en el proyecto de alternativa que esta asociación ofrece al sector: el corporativo y el sindical
Un nivel corporativo, hasta ahora prioritario, que hace hincapié sobre todo en la situación laboral y profesional de los artistas, en cuestiones tales como la integración en la seguridad social, la promoción de movimientos cooperativos (materiales, economatos... ), el cumplimiento de convenios internacionales sobre derechos de autor, propiedad intelectual, etcétera.
En el nivel sindical, por el contrario, es en el que más insiste lo que podríamos denominar izquierda de APSA. Esta propone que la asociación se constituya en «embrión del futuro sindicato» o en «organismo sindical unitario» en el proceso hacia la construcción del «Sindicato Unico de la Cultura». Pronunciándose «frente a cualquier tendencia corporativa y defendiendo nuestra pertenencia a la clase trabajadora».
Tanto en un caso como otro, es muy discutible la utilidad, cuando no la viabilidad, de la aplicación de estos esquemas de organización al sector de las artes plasticas. Utilidad en el caso de un organismo corporativo, como los que, de un tipo u otro, funcionan en la mayoría de los países avanzados, limitándose a cumplir funciones administrativas (cuando no de censura, control o represión), siendo nula su contribución al desarrollo de la práctica artística.
Viabilidad en el caso de un esquema de organización sindical. Pues, aun sin entrar en debate sobre algunas cuestiones previas y fundamentales, como son todas las relacionadas con el carácter de la producción artística dentro del capitalismo, la contradictoria y paradójica situación de las vanguardias artísticas dentro de la sociedad industrial avanzada, lo que de mixtificador o simplificador hay en expresiones como la de «trabajadores de la cultura», la disociación histórica entre vanguardia artística y vanguardia política, etcétera, es imposible soslayar una serie de hechos.
Carácter no neutral
Un hecho a tener en cuenta y este nos parece el más importante, es el que se desprende del carácter no neutral de la práctica artística. Como todas las prácticas, o cuestiona lo existente o lo reproduce. En. el campo específico del arte, lo que caracterizaría, actualmente, a la práctica artística de vanguardia sería su capacidad -en tanto quepráctica de producción deseante y, por ello, experiencia de los límites para cuestionar, disolver oponer en proceso la unidad subjetiva (paranoica) que el capitalismo impone al sujeto. De aquí que su campo de actuación sea muy distinto (aunque ni mucho menos excluyente) al de la revolución social. De aquí, también el carácter dual de las vanguardias artísticas. Productos, no sólo, como algunos sociologistas quisieran hacernos creer, de la lógica interna del propio trabajo cfeativo que necesita ensanchar continuamente su campo de actuación, enfrentándose a los mecanismos de asimilacion y reconocimiento que las clases dominantes desarrollan con respecto a él. Es por esto que toda vanguardia auténtica posee siempre un carácter subversivo y perturbador, aunque, indefectiblemente, acabe siendo recuperada (o aniquilada). Su situación respecto a todas las prácticas reaccionarias del propio arte (academias y semiacademias de todas las especies) es de pugna permanente e irreconciliable.Difícilmente podremos estar de acuerdo con alternativas de organización que, escamoteando este hecho incuestionable, pretenden meter en un mismo saco de sastre a todo tipo de prácticas. Lo que las separa y enfrenta, quede bien claro, es mucho más importante.que lo que las une.
Sólo núcleos, quizás mucho más reducidos y sin pretensiones de organizar a todo el sector, pero coherentes, tanto desde el punto de vista de su práctica artística como política, podrían incidir eficazmente en este terreno, desarrollar un proceso de reflexión permanente sobre las cuestiones teóricas y prácticas en debate, contribuyendo a superar la situación actual. Perderíamos, quizás, una «corporación» o un hipotético «sindicato», pero ni elarte ni la lucha de clase se resentirían mucho de ello.
Babelia
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