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Felipe VI presidirá la inhumación en Alicante de Rafael Altamira, represaliado por el franquismo

Los restos del humanista y de su esposa serán enterrados en un mausoleo en El Campello tras su repatriación desde México, donde murió en el exilio en 1951

Felipe VI inhumación Rafael Altamira
Monumento funerario de Rafael Altamira, en una imagen cedida por el Ayuntamiento de El Campello.
Rafa Burgos

Los restos del humanista Rafael Altamira, junto a los de su mujer, Pilar Redondo, los de sus padres y los de sus abuelos, serán trasladados el próximo lunes, 10 de febrero, desde el nicho en que reposan actualmente hasta el monumento funerario que se ha construido en su honor en el cementerio de El Campello (Alicante). El acto será presidido por el rey Felipe VI, en lo que se convertirá en su primera presencia en la inhumación de un represaliado por el franquismo, aunque este evento no está encuadrado en el programa de actos por los 50 años de la democracia impulsado por el Gobierno.

Altamira, jurista, pedagogo, historiador y escritor nacido en Alicante en 1866, se exilió tras el estallido de la Guerra Civil a Ciudad de México, donde falleció en 1951. Durante el primer tercio del siglo XX, su figura obtuvo gran relevancia. Alumno de Giner de los Ríos, reformó la educación desde su cargo de director general de Enseñanza, subió el salario del profesorado y escribió la Historia de España y la civilización española, que era el libro con el que estudiaban todos los alumnos hasta la década de los treinta. Pero, sobre todo, alcanzó gran relevancia internacional al formar parte del Comité de los Diez, el grupo de trabajo que en 1921 redactó los fundamentos del actual Tribunal de La Haya, del que sigue siendo el único representante español desde su fundación. Dada su gran trascendencia, por la que fue nominado dos veces al Nobel de la Paz y obtuvo ocho doctorados honoris causa de universidades de todo el mundo, Franco trató de que regresara a España, pero Altamira se negó mientras no se restituyeran “la democracia y las libertades”. Este rechazo lo condenó al olvido durante la dictadura.

En una entrevista concedida en 1935, manifestó que cuando se le apartara “de la vida oficial”, le gustaría volver “al rincón de mis amores más gratos: al Campello”. Esta declaración fue a la que se aferró su familia para tratar de que sus restos, enterrados junto a los de su esposa en el Panteón Español de México, volvieran al municipio alicantino, en el que comenzó a ir a la escuela y pasó parte de su infancia y adolescencia. En la finca familiar, ya desaparecida, Altamira había instalado su biblioteca, de más de 3.000 volúmenes, que la familia donó al IES Jorge Juan de Alicante. Durante más de 30 años, los descendientes del humanista alicantino, con su nieta Pilar a la cabeza, trataron de que se cumpliera su última voluntad. Pero los trámites se intensificaron después de que un catedrático de la Universidad del País Vasco, José María Portillo, visitara su tumba en plena pandemia y avisara a la familia de que la lápida estaba rota y descuidada.

En primavera de 2022, el alcalde campellero, Juanjo Berenguer, alertado por los Altamira, comenzó a acelerar la repatriación, con la ayuda de la Generalitat Valenciana, la Diputación de Alicante, el Gobierno y la Embajada de España en México. Una gestión que desembocó el pasado mes de diciembre en la exhumación de los restos de Altamira y Redondo, su traslado en avión hasta Barajas y por carretera hasta Alicante y su entierro provisional en el nicho de la familia, junto a sus padres, José y Rafaela, y sus abuelos, Juan y Francisca. Allí reposan hasta su inhumación definitiva, en un mausoleo de mármol y granito en el que se ha construido un frontal con la imagen del jurista acompañada por las palabras con las que fijó su destino final. En este acto, presidido por Felipe VI, participarán representantes de todas las administraciones públicas, además de los descendientes de Altamira, encabezados por sus bisnietos Ignacio y Pilar Ramos. “Esperamos que este sea el punto de partida para que Altamira sea conocido en el ámbito nacional”, avanzó Ramos a EL PAÍS en diciembre, “ya que debería estar en el imaginario español junto a coetáneos como Unamuno u Ortega y Gasset”.

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