El proceso de estabilización política, en grave peligro
«Eres tú quien dirige todo, por eso estoy tranquilo» dice la agencia Hsinhua que dijo el difunto Mao a Hua Kuo-feng cuando aquél recibió a su sucesor, en abril pasado. El viejo Mao se lo dijo por escrito con aquella caligrafía «agresivamente heterodoxa y que reflejaba el fulgor de un ego que no acepta más reglas que las de su invención». También le dijo que se tomara el tiempo que necesitara, que no había prisa y que actuara «según los principios definidos hace tiempo».Hua se ha tomado algún tiempo para hacerse con el poder. Pero sin duda necesita mucho más. Las ,ambiguas y confusas informaciones que hablan de guerra civil en China y que rompen con el tópico de una revolución ordenada de trabajadores constantes y abnegados, demuestran, al menos, que el germen dejado, por los radicales,la «banda de los cuatro», en algunas zonas del palib no será fácil de eliminar si no es a tiros y poco a poco.
Para alcanzar el poder y convertirse en heredero. urbi et orbi del «gran timonel». Hua Kuo-feng utilizó sabiamente los resortes miutales y policíacos que tras una tarea paciente y ordenada había logrado controlar en los últimos meses. Pero su ascensión se veía aravemente amenazada por los ortodoxos del pensamiento Mao Tse-tung, encabezados por la esposa del dictador fallecido. Ahora parece claro que los medios instantáneos utilizados para conquistar las posiciones claves en la infraestructura china no han sido suficientes y que las administraciones provinciales, al menos en once provincias, se encuentran todavía minadas por el espectro de los radicales.
Al ganarle la mano a quienes proponían la continuación por otros medios de la «revolución cultural» (tensión permanente en el seno del PC para evitar que se "aburguesara» ... ), Hua se adhirió a las tesis estabilizadoras que en su momento sugirió Teng Hsiao-pin -y que le valdrían en su el calificativo de «contrarrevolucionario» y "comprador» (sic)-. Se trataba de olvidar los excesos de otras épocas y, promover la producción mediante ciertas ventajas salariales e incentivos. Todo esto se halla lógicarriente alejado de la hipótesis mística de Mao, según la cual los incentivos materiales cegaban el camino hacia el socialismo.
Hua jugó con excesiva prisa al creer que la simple campaña propagandística contra la «banda de los cuatro» y su detención serviría para aniquilar los rastros ideológicos v organizativos del grupo. Ahora es la estabilidad lo que peligra y por tanto el proyecto político de¡ nuevo amo de China. Sin estabilidad no habrá aumento de la producción y tras Hua se alzan las amenazas de los impasibles centuriones que hasta ahora han actuado por persona interpuesta.
No deja de resultar curiosa la evaluación que toda la prensa occidental comienza a realizar de los incidentes en algunas provincias. Hasta ahora Mao y, su imperio fueton objeto de una serie de comentarios favorables y entusiásticos, tanto más favorables cuanto el hormiguero chino era algo así como un paraíso comunal, en el que las tensiones y contradicciones no existían (porque eran silenciadas, naturalmente). La admiración y el incienso que los sectores más reaccionarios de Europa y Estados Unidos dedicaron a la paz china no tienen parangón en la historia de Asia. La adulación al poder absoluto se justificaba porque, tiránica o no, la dictadura maoista era un seguro a largo plazo y una permanente llamada a la discordia con la Unión Soviética. Lo que ahora preocupa, al parecer, no es tanto la existencia de una guerra misteriosa y fratricida en lejanas zonas(al fin y al cabo son chinos los que mueren...),sino la influencia que esta guerra pueda tener sobre el nuevo equilibrio mundial.
Uno de los chinólogos más prestigiosos de Occidente (y el más denostado por los maoístas). Simón Leys,escribía en abril de 1975 con motivo de la segunda edición de su estupendo libro «Los trajes nuevos del presidente Mao» (Editorial Tusquets. Barcelona, 1976): «Los acontecimientos transcurridos (desde 1971) confirman mi anterior diagnóstico y se inscriben rigurosamente en la trayectoria prevista. Entonces describía yo una doble evolución: por una parte la progresiva eliminación de los forjadores de la 'Revolución cultural', por otra, la sucesiva rehabilitación de todos sus adversarios». Nada parece haber cambiado desde 1971. Los últimos acontecimientos actuales apenas modifican la tendencia apuntada.
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