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Samuel Rubio, archivador musical

El Instituto de Música Religiosa de Cuenca, nacido al calor de las semanas, publica cada año un volumen de contenido diverso. Hasta seis están dedicados a la Santa Iglesia Catedral Basílica de la ciudad, bien para darnos cuenta ordenada de su contenido a través del catálogo, bien para poner en manos de los interesados las obras de Castro Mallagaray, Alonso Lobo, Ginés de Boluda, Juan Muro, Alonso Xuárez, Martínez Díaz o Aranaz. En el campo de la música pretérita publicó el Instituto el catálogo de la Catedral de Santiago, mientras en el terreno de lo contemporáneo han visto la luz partituras de Remacha, Ródolfo Halffter y Gerardo Gombau, todas ellas escritas para las semanas de música,religlosa y en ellas estrenadas.El volúmen duodécimo no sólo continúa, sino que acrece el de la colección. Se trata, nada inás y nada menos, que del Catálogo del Archivo de Música de San Lorenzo el Real, de El Escorial. Su autor: el padre Samuel Rubio, figura eminente de la musicología española, cuya labor empezó a difundirse con la edición de las Sonatas del padre Soler y ha proseguido por diversos campos y a través de vanas aportaciones, entre las que cabe recordar, por su calidad y por el vacío que llena, el estudio crítico de la polifonía de Cristóbal de Morales.

Hablamos tanto de música en este país, se dedica la mayor parte de la atención a su manifestación exterior del concierto, que resultan desatendidas parcelas fundamentales y figuras que serían reconocidas como señeras -porque lo son -en cualquier medio de cultura activa. La historia es vieja, lo que no sólo sirve de consuelo sino todo lo contrario. Sin embargo, la musicología española existe y goza, de prestigio internacional tal sucede con nuestros grandes cantantes, nacidos en un país sin teatros de ópera.

Dos intentos

Volviendo al tema: el catálogo del «archivo de música» del monasterio escurialense se intentó, antes de ahora, un par de veces; por Cosme José de Benito, obedeciendo un encargo de Barbieri y por el padre Villalba quieñ llegó sólo a la letra «C». De ahí la importancia de este catálogo, realizado a través de años de trabajo por Samuel Rubio con rigor, exigencia y las técnicas que demandan nuestros tiempos. Ante todo, el autor explica qué entendemos por «Archivo de Música» del Escorial, noticia que es interesante trasladar al lector. En el monasterio existen tres fondos distintos: dos propiedad del patrimonio y un tercero acumulado por los padres Agustinos desde su llegada a El Escorial en 1885. El primero -explica Rubio- está formado por manuscritos árabes, griegos, latinos, franceses, gallegos, castellanos Y por impresos. «En ambos casos se trata de obras ya teóricas, va prácticas, relativas al arte musical, que en ningún momento fueron usadas por la capilla para el servicio del culto». El seaundo lo forman manuscritos copiados para uso de la capilla lo que justifica su carácter religioso en la mayor parte. Este fondo, denominado Archivo de Música, que sin pertenecer a la Real Biblioteca está instalado en ella, es el catalogado por el padre Rubio y comprende desde la fundación del monasterio hasta la citada fecha de 1885. Lo almacenado a partir de ahí, por cercano, divulgado y análogo a lo que guardan otras capillas españolas y extranjeras, presenta evidentemente un interés menor.

Como ya apuntó el padre Anglés, la Guerra de la Independencia y otros aconteceres de nuestra historia, causaron grandes daños en los tesoros musicales de los templos, circunstancia a la que no escapó el monasterio escurialense, Iniciado el siglo XIX la vida misma de las capillas se empobrece con los consiguientes resultados en las composiciones, el repertorio y los archivos.

Tesoro musical

Con todo, el templo de San Lorenzo guarda un tesoro musical de importancia histórico-artística que ahora podemos calcular con exactitud y la debida orientación gracias al minucioso catálogo de Samuel Rubio. Libros de facistol, de partituras, colecciones de cuadernos, obras en papeles sueltos, música instrumental, apuntes biográficos y reproducciones, constituyen los capítulos básicos que dan forma al catálogo, precedido de una no por breve muy aguda introducción. Al contrario: el padre Rubio, buen escritor, desnuda de retórica cuanto dice para darnos únicamente la almendra de las cuestiones que trata. Tres siglos de historia musical española (XVI, XVII y XVIII) nos ofrecen a través de un rosario de nombres, conocidos unos, olvidados otros, la imagen de una realidad. Para mí, existe una poética del dato, cuando éste se trata bien, esto es, con conocimiento y amor, sabiendo que tras un enunciado, una clasificación y una descripción habita la belleza musical, la aportación cultural que los justifica. Rubio es musicólogo y músico en una pieza y por naturaleza, lo que se advierte en todos sus trabajos. También en la ordenación y estudio de estos 2.000 legados que desde las páginas del catálogo llenan nuestros ojos de nombres conocidos y nos avisan sobre músicas no oídas. Pero, ¿es que de verdad podemos presumir de conocer a Nebra, Aranaz, Durón y ni siquiera a Soler? El estudio de la obra lograda por Samuel Rubio nos dice, bien a las claras, que no.

Si, como escribíamos antes, está desatendida la musicología, ¿cómo ha de estarlo la razón de su existencia, o sea, la puesta en sonido de cuanto los musicólogos estudian y describen? El Catálogo del padre Rubio constituye una grave incitación: despertar de su silencio tanto papel viejo, amarilleado, herido por el tiempo. Pero el trabajo del musicólogo está en pie, a la mano de los interesados, dispuesto a revelar el secreto musical del monasterio ya proporcionar de antemano al buscador caminos rectos, orientación segura. Gran aportación de todos: autor, entidad, organismo provincial que la patrocina y director técnico que lo es el mismo de las semanas, Antonio Iglesias. Sólo por estelas como ésta merecerían la pena las semanas musicales religiosas de Cuenca.

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