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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El nuevo precio del petróleo

COMO EN una parodia futurista de las Mil y Una Noches, los relampagueantes viajes del jeque Yamani han permitido que el Occidente industrializado dejara escapar un suspiro de alivio al conocer los resultados de la conferencia de Qatar: once de los trece países miembros de la OPEP subirán el precio del crudo en un 10% a partir del 1 de enero, los dos restantes lo harán en un 5%. Pero el suspiro de alivio se convierte en franca sonrisa cuando se sabe que Arabia Saudita es precisamente, uno de esos dos países.La satisfacción está justificada. A comienzos de 1976 la producción conjunta de Arabia y los Emiratos Arabes Unidos -el otro país que ha adoptado una subida moderada- representaba el 35% del total de los trece miembros de la OPEP, y sus reservas constituían casi el 40% del petróleo potencial de la organización.

Las implicaciones de este doble precio pueden ser aún mayores. Por vez primera en su historia reciente, el cartel de naciones productoras ha manifestado sus divergencias de forma tan ostensible. Hasta cierto punto lo ocurrido en Qatar parece confirmar la tesis mantenida por numerosos expertos, según la cual la unanimidad acabaría rota por la presión de las fuerzas del mercado. El hecho de que Arabia Saudita haya anunciado su intención de aumentar su producción, constituye un aval a los pronósticos de quienes así piensan.

El ejercicio de predecir el futuro es, sin embargo, arriesgado, y la posibilidad de que el poderoso reino saudita esté dispuesto a jugar a fondo las reglas del mercado -lo cual equivaldría a desencadenar una batalla de precios- no es del todo clara. En primer lugar ello contradice el comportamiento esperado de un oligopolista: pero, y esto es importante tenerlo bien presente, la capacidad de presión de los restantes países de la organización sigue siendo fuerte. No resulta difícil imaginar que una negativa rotunda de las naciones industriales a hacer concesiones sobre los precios de las materias primas pondría en una situación difícil al legendario Yamani. Y ello sin mencionar los efectos de un agravamiento del frágil statu quo en que se mantiene el antagonismo entre árabes e israelitas.

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Por el momento está claro que Arabia Saudita ha reforzado aún más su posición en el complejo tablero de las relaciones económico-diplomáticas en las cuales el petróleo es una pieza de máximo valor estratégico, pero no la única. Los países consumidores, que son las grandes potencias industriales de Occidente harían bien en no intentar abusar de un éxito acaso momentáneo y renunciar a seguir con el planteamiento, a lo Kissinger de cartel de consumidores versus cartel de productores. La ocasión demostrar su buena voluntad se les presentará a mediados de enero en París.

Pero, en todo caso, la subida, si bien moderada, representa una carga adicional para las economías occidentales en un momento en que todavía éstas no han asentado su recuperación en bases sólidas. Los nueve países de la CEE han calculado en unos 5.000 millones de dólares el coste adicional que este alza les va a suponer. España está, desgraciadamente, en una situación no sólo difícil sino desesperada. A pesar del bajo crecimiento de la producción nacional de los dos últimos años. nuestras importaciones de crudos han seguido creciendo a tasas muy elevadas agravando de tal forma el déficit comercial que este país está rozando el límite de su capacidad de endeudamiento exterior. Aun cuando Arabia y los Emiratos suponen casi el 50% de los aprovisionamientos de petróleo, la subida del precio decidida costará en 1977 unos 25.000 millones de pesetas adicionales, elevando el valor anual de las importaciones previsibles de crudos durante el próximo año a 320.000 milllones de pesetas. Ante tan astronómica cifra es hora de preguntarse si no ha llegado el momento de imponer un tope rígido a las compras de petróleo.

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