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Los libreros vizcaínos tratan de asociarse con otros gremios del comercio

Los libreros vizcaínos tratan de asociarse con otros gremios del comercio, para coordinar una protesta común a causa de ese centenar largo de atentados cometidos por grupos de extrema derecha en el País Vasco contra establecimientos de todo tipo, cuyos propietarios eran casi siempre personas no adictas al régimen o familiares de presos y exiliados.«Estamos ya hartos de envíos de cartas y telegramas, a las autoridades y de múltiples declaraciones en la prensa y en la radio. Es necesario tomar otras medidas», declaran los libreros, indignados ante la aparente impunidad de que parecen gozar los autores de tales agresiones. «Creemos -añaden- que sólo un radical cambio de nuestras autoridades podría hacer desaparecer este problema.»

También ponen de manifiesto el contraste existente entre distintas zonas del territorio español: mientras que la decidida actuación de los gobernadores civiles de Madrid y Barcelona ha conseguido atenuar al menos la actividad del terrorismo blanco, el País Vasco presencia una escalada que no contribuye precisamente a aumentar la credibilidad de las proclamaciones democráticas.

Entre las acciones de protesta que los libreros vizcaínos proponen figura incluso la posibilidad de efectuar una huelga de dos horas acompañada de manifestaciones públicas. A esta iniciativa pretenden que se sume el resto del comercio.

En este capítulo podría considerarse asimismo por parte de los libreros la eventualidad de no efectuar compras a ninguna editora estatal mientras los hechos no demuestren de forma palmaria que las autoridades adoptan las medidas pertinentes.

El último episodio en esta carrera del terror blanco hace referencia a la librería Jakintza, de Algorta (Vizcaya). Su propietario, Eugenio Galdiaga, ha recibido cinco amenazas telefónicas en lo que va de semana, lo que le ha movido a pedir protección oficial.

Su establecimiento ha sido objeto ya de tres atentados en el transcurso del presente año. Precisamente después de uno de ellos, que destrozó media librería colocó en el escaparate un cartel que ya ha sido adoptado por otros compañeros del gremio: «Para destruir la cultura hace falta algo más que una bomba.»

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