La crisis económica transforma la unidad europea en una utopía
Después del fracaso rotundo, por todos conocido, de la úItima cumbre La Haya, el lunes y martes pasado, seguir pleiteando en favor de la construcción europea parece tarea de soñadores marginados de la única realidad que cuenta: la economía, que cabezuda, ha barrido la política. En tal sentido, la lucidez de los comentarios, en, Francia, tras el último Consejo Europeo, ha sido unánime: no es inútil estar prevenido contra la ineficacia de las cumbres europeas. Pero queda uno absorto delante e una carencia que supera los pronósticos más pesimistas. Las nueve potencias, reunidas, aceptan que los americanos sigan haciendo su juego y, en vez de examinarse sí mismas...,culpan a Japón.Lo menos que puede decirse es que la situación de Europa no es buena, y que sus perspectivas apenas incitan a la esperanza.
El nuevo y grave traspiés comunitario de La Haya se materializó con la incapacidad de los nueve para hacer frente a los diversos problemas de actualidad y, en particular, a una política energética común que empalma con la Conferencia Norte-Sur. es decir, con el desarrollo de las relaciones entre los países industrializados y Ios del Tercer Mundo.
A propósito del pretendido plan energético europeo, uno de los comentaristas más leídos del país concluía sus reflexiones con la siguiente pregunta: ¿Cómo pretenderlo si las tasas de crecimiento y las necesidades de energía varían de un país al otro? El canciler Schmidt ya lo dijo indirectamente en La Haya al plantear la consolidación de las economías europeas como condición indispensable para toda política europea. Esta observación resume la visión pesimista de los franceses y las componentes. interiores y exteriores, de la problemática europea: la Europa política, la monetaria, la económica. sueños de las cumbres anteriores, han sido desbaratadas por las situaciones coyunturales de cada país. Durante los últimos cuatro años, la subida de los crudos ha venido actuando como despertado trágico de las contradicciones de la economía de mercado que, en última instancia. impone el cada uno para sí, lema radicalmente contradictorio con la unión europea.
A este egoísmo que viene determinando la vida cotidiana del sueño europeo se añade lo que los franceses consideran el problema último y esencial de la construcción comunitaria: una Europa unida, ¿no pone en peligro la realidad concreta, venida del fondo de la Historia, de la soberanía nacional? De hecho, la cuestión es inoportuna puesto que no es fácil disociar e egoísmo económico del nacionalista. Pero esta contradicción fundamental la explicitaba perfecta mente Jean d'Ormesson, quien recurría a la esperanza histórica para concluir que, una de dos: o lo países de Europa se unen, o declinan. Sin embargo, acto seguido, no sin reconocer que el puesto de Alemania, hoy será más grande que ayer, pedía una construcción de Europa en la que la soberanía nacional y el puesto de Francia sea preservados y afirmados.
Y, por fin, los egoísmos políticos y económicos, a nivel de la geografía comunitaria, en Francia se traducen por una oposición quasi visceral entre las dos tendencia cada día más definidas, que integran la mayoría de derechas que gobierna a Francia: de la independencia nacional, los gaullistas ha hecho una bandera de polític interior que, el nuevo rassemblement de Jacques Chirac ya adelantó como tizón destinado a conmover las almas simples y chovinistas de la Francia de siempre. Apoyado por los comunistas (a su vez en contradicción con sus aliados socialistas europeos), los gaullistas new look han hecho de la construcción europea el problema que diferencia y los separa, más que ningún otrode la tendencia giscardiana.
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