Un panfletista genial
lliá Ehrenburg (1891-1967) fue uno de esos escritores rusos prodigiosamente dotados, que florecieron en los años que siguieron a la Gran Revolución de octubre de 1917. Más acomodaticio o más hábil que otros, pese a sus exilios y a sus piruetas, nunca perdió el favor de Stalin, que apreciaba en grado sumo, su formidable capacidad como propagandista. De su obra, acaso las novelas sean lo que más ha sufrido -con alguna excepción- el embate del tiempo. Pero no así sus apasionantes memorias Gentes, años, vida (editados en castellano por la editorial Joaquín Mortitz, de México) y, sobre todo, sus brillantes, demoledores panfletos.De sus novelas hay una, Julio Jurenito, según parece basada en los no muy edificantes vida y milagros del pintor mexicano Diego Rivera, de las que existe una vieja traducción al castellano. Hace unos años Seix Barral publicó una versión considerablemente aligerada por la censura de esa sátira genial y llena de vida. Algo parecido -en cuanto a rigores inquisitoriales- padeció la reedición de Fábrica de sueños, otro de sus grandes panfletos, publicado por Cénit en los años republicanos, en traducción del yerno de Unamuno, José María Quiroga Pla. Ambos libros necesitarían urgentemente una revisión de las ediciones actualmente en comercio, pues en ellas, como ya he indicado, la censura se lució como pocas veces. En Julio Jurenito falta un capítulo entero, si no me equivoco, y en Fábrica de sueños, algunos párrafos muy importantes para la cabal comprensión del libro.
España, República de trabajadores,
de Iliá Ehrenburg. Crítica. Grupo Editorial Grijalbo, Barcelona, 1976.
Aparece ahora otra obra maestra de Ehrentiurg (esta vez completa): España, república de trabajadores, visión impresionista de la España que recién salía de aquello que uno de los fundadores de nuestro fascismo llamó la alegría de abril. El libro de Ehrenburg fue escrito, como éste indica en el prólogo, por un ruso y para rusos. Con ello se aclara el notable distanciamiento con que está pensando. Ehrenburg, como buen marxista, no se hacía ninguna ilusión sobre la verdadera entidad de aquella república de trabajadores (según rezaba el primer artículo de su Constitución) cuyo radicalismo verbal encubría la más bien triste verdad de un inestable compromiso entre monárquicos arrepentidos, reformistas en busca de clientela y liberales que se, soñaban jacobinos, pero que patinaban en el idealismo más absoluto. La sardónica mirada de - Ehrenburg no perdona un detalle en su descripción de aquella España. El cuadro es casi esperpéntico y uno supone que si alguna vez lo llegó a conocer Valle-Inclán lo habrá tenido, posiblemente, como obra de un discípulo suyo que se desconocía como tal. Para Ehreriburg la república de trabajadores era poco más que demagogia y retórica anticuada. Se afirmaban los derechos de la clase obrera y se la fusilaba por la calle. Es dificil que algún ilusionista pueda sostener que la República. propiamente dicha, antes de¡ Frente Popular, fue algo muy distinto.
Es útil una confrontación del libro de Ehrenburg (editado por primera vez en España por Cénit, en 1932). con un libro aparecido (también en Cénit) en versión castellana dos años antes: Rocinante vuelve al camino, de John dos Pas". Aunque Dos Passos se ocupa de un período ligéramente anterior, es decir los años finales de la dictadura de Primo de Rivera, la materia sobre la que ambos trabajan es, prácticamente, la misma. Lo que en Dos Passos es lirismo, sentido reverencial del paisaje y de la historia española, donde las lacras de la desigualdad social están diluidas en una visión esencialmente estética, en Ehreriburg es ácido criticismo, violencia verbal, desencantor exprésado en fórmulas de rotunda negación. Dos Passos (antes de terminar en fascista) era un liberal de izquierda, que idolatraba la tradición idealista del liberalismo español; Ehreriburg, un heredero de los bolcheviques, veía con sarcasmo el revés de la trama: la probreza y la suciedad de las calles y de las gentes, el analfabetismo, la demagogia de los políticos, la crispación de la lucha de clases. Uno y otro, a su manera, amaron a este país imposible: Dos Passos, a través de los versos de Manrique y de Machado; Ehrenburg, a través de los rostros famélicos de una clase obrera masacrada y superexplotada.
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