Napoleón Bonaparte
quizá contemple con indignación, desde su espectacular enterramiento bajo la alta cúpula de Los Inválidos, cómo se hace irrespetuosa almoneda -en sendas subastas de Londres y Berna- con objetos de su uso personal: el capote que vistió -y perdió- en el campo de batalla de Waterloo y un sable, un sombrero y un chaleco, prenda ésta que usó durante su exilio en Santa Elena.
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