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Revisión del Concordato en Italia

La religión católica no será considerada religión de Estado; el matrimonio no tendrá efectos civiles por su carácter sacramental sino por la función de oficial del Estado reconocida al celebrante; la enseñanza religiosa no será obligatoria; la Santa Sede no tendrá que comunicar al Estado los nombres de los nuevos obispos; las diócesis no coincidirán con las provincias; se eliminarán los privilegios judiciales para los eclesiásticos y se abolirá el carácter sacro de la ciudad de Roma. Estos son los principales cambios en el Concordato de 1929, que el Gobierno Andreotti sometió el jueves pasado a debate parlamentario.

Se trata de un acuerdo-cuadro o de líneas y principios generales, que el Parlamento comenzará a discutir el martes próximo, para dar luz verde a las negociaciones con la Santa Sede. Cuando dicha negociación se encuentre en buen buen punto, el proyecto será presentado también en el Senado.El problema de revisión o abrogación del Concordato o Pacto de Letrán de 1929, entre el fascismo y la Santa Sede, se planteó en el Parlamento italiano en octubre de 1967. Al año siguiente, una comisión parlamentaria elaboró un proyecto, y en abril de 1971 la Cámara invitó al Gobierno a abrir negociaciones.

Durante estos años ha trabajado en el nuevo proyecto una comisión mixta, compuesta por parte vaticana de monseñor Casaroli, Aquiles Silvestrini y por el padre jesuita Lener. Por parte del Estado italiano, Gonella, líder de la vieja guardia democristiana, y los profesores Jemolo, católico independiente, y Ago, conocido por haber defendido al Estado español en el pleito de La Canadiense, ante el Tribunal de La Haya.

Posición de los partidos

El viejo y trascendental problema encuentra estas reacciones y posiciones políticas: son partidarios de una abrogación total, por el lado de la izquierda, los demoproletarios y radicales, y por la derecha los liberales. Los radicales quisieran que el Estado italiano denunciara unilateralmente el Concordato, por haber sido sistemáticamente violado por el Vaticano. Los liberales, por su parte, proponen una eliminación «consensual». Los republicanos y socialdemocráticos quisieran una simple revisión, mientras los comunistas ven la propuesta de Andreotti como un positivo paso hacia adelante, en cuanto al confesionalismo del Estado y los residuos juriscionalistas del viejo Concordato. Los socialistas, que ya en las asambleas constítuyentes votaron contra los pactos, se muestran perplejos y creen que, si el Parlamento no da nuevas directrices, es dificil aprobar el proyecto Andreotti. Ante todo ignora, según los socialistas, el derecho que cada uno tiene a no profesar ninguna religión.Entre los católicos existen también divergencias. El reciente convenio de católicos celebrado en Roma había solicitado «una real superación del Concordato de 1929 para llegara una solución original sin marcos concordatarios en los que todavía la Iglesia sigue siendo considerada como una potencia que hace procesos, firma pactos, gestiona negocios, etcétera. Se prefiere, sin embargo, el régimen concordatario al separatismo, como si a la Iglesia le hubieran perjudicado más los mártires que el poder. Se parte además del postulado de que la mayor parto de los italianos son católicos, cuando, según el citado convenio, son los menos.

El hecho de que los 45 artículos del Pacto de Letrán se hayan reducido a catorce y de que se proclamen los principios constitucionales de libertad (no constricción de conciencias) y de igualdad (no a los privilegios) no quiere decir, según los radicales, que abrogar el Concordato sería retornar al anticlericalismo, o por lo menos caminar contra la nueva conciencia religiosa y civil que ha madurado estos años en la República italiana. El Parlamento aclarará y perfilará estas viejas posiciones.

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