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La devolución del toro que se cae, punto polémico

Varias comisiones estudian la reforma del reglamento taurino, para después ensamblar sus conclusiones y elevarlas al Gobierno. No cabe duda de que el reglamento es -perfectible, como todo -hay que considerar que su entramado, con la sola excepción de varias modificaciones que se han efectuado con el paso de los años, data del siglo XVIII-, y seguramente es hora ya de ajustarlo a la realidad del tiempo presente y darle alcances de fúturo; de incorporar las medidas correctoras que imponga la experiencia para taponar los huecos que dejan los párrafos de poco concisa redacción por donde se cuelan, para su impunidad, las corruptelas, y de suprimir, por inoperantes, los artículos que respondían a los usos y exigencias de otras épocas.Acaso habría que ir a una derogación total del reglamento y redactar otro nuevo, de arriba a abajo, como propone la Federación de Peñas Taurinas.

Pero esta actitud renovadora, que es esencialmente buena, comporta el peligro de que sirva para que partes interesadas aprovechen la oportunidad para sorprender al legislador y colar de matute lo que les conviene, aunque lesionen otros intereses, entre ellos -y esto es ahora lo que más nos importa los del público.

Ahí está el caso de la caída de los toros, que es clave, y que ya se ha convertido en tema conflictivo por las opiniones encontradas que se han expuesto sobre el mismo. Varias entidades al reflejar la opinión de los aficionados, proponen que cuando un toro salte al ruedo y se caiga repetidas veces, sea devuelto al corral, si así lo solicita el público, y pese a que, en rigor, no pudiera decirse de la res que está coja. Es decir, que según esta corriente, se quiere tipificar, claramente, la inutilidad para la lidia del toro que carezca de fuerzas. No es nada nuevo, porque el artículo 74 del reglamento vigente se refiere a Sanidad.. y utilidad para la lidia del toro, y obliga a los veterinarios a que fijen su atención en estas condiciones, entre otras, en el acto del reconocimiento; mas la realidad de lo que tantas veces ocurre en las corridas de nuestro tiempo hace interesante y válida la matización que algunos sectores quieren incorporar.

Pero la representación empresarial se opone a esto. Y el señor Barceló, como portavoz de la Agrupación Sindical de Empresarios, ha manifestado en San Sebastián que se opondrán a que los toros sean devueltos al corral por causa de caídas y simplemente porque lo pida el público. Y añade que dejar el espectáculo a merced de la presión que el público pueda ejercer en el tendido para imponer su criterio supondría el fin de la fiesta.

Demasiado gratuitamente ha hablado el señor Barceló, entendemos, porque la realidad es que la fiesta, a partir de sus formas más primitivas, ha sido siempre y es hoy lo que el público quiere, desde la aceptación del toro hasta la sanción final de la faena del espada. El público opina y la presidencia refrenda. Es curioso que se tenga al público por soberano cuando pide el trofeo -si es por mayoría el presidente lo concederá, sin que la opinión de éste sirva para nada- y en cambio. su parecer no se considere en absoluto cuando, en lugar de otorgar un triunfo reclama sus derechos. Y es derecho del público, entre otros, el que le asiste para exigir que la res que se lidie sea útil, bien entendido que no es útil para la lidia aquella que carece de fuerza para embestir con pujanza, dobla continuamente las manos, cae, sean estas anomalías por visibles deficiencias físicas.

Los aficionados harán muy bien en agruparse y apoyar esta incorporación al reglamento, como otras que indirectamente pueden afectarles, pues si no hay oposición podrían prevalecer los criterios de las facciones interesadas, y convertirse el reglamento, aun redactado con la mejor voluntad, en un salvoconducto para el fraude.

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