Vampiros sociales
La semana pasada entré a comer en una cafetería familiar de Clara del Rey. Había tres personas. Una dijo: «Me ha pasado una cosa increíble. Fui ayer a la oficina de colocación sindical a contratar un chico-ayudante para mi fontanería, me dieron una ficha y contraté al primero. Y hoy me dice que no quiere trabajar, que no le saque del paro y que está mejor así.»Tomó la palabra la segunda persona, una señora: «Pues a mí me ha pasado algo peor. Busco en sindicatos una dependienta para mi boutique. Me envían a cuatro, todas disciplentas, «lejanas», desinteresadas... Pero resulta que a la cuarta la conocía, por ser vecina, y la quise contratar. Pero me contestó que no le interesaba emplearse porque estaba acogida al paro y cobraba diariamente unas 1.000 pesetas de dos gabardinas que hacía; y que sólo quería que le sellase la tarjeta sindical ... »
Quedaba por hablar la tercera persona, una señorita joven. Dijo: «A nosotros nos pasa ahora lo mismo en nuestra empresa. Hemos puesto varios anuncios para contratar mecánicos; han pasado ocho o diez enviados por el sindicato, y sólo quieren que les sellen la tarjeta de presentación para seguir con el paro. Nadie quiere trabajar.»
Cosas de estas se oyen con frecuencia. Pero escuchar estos tres testimonios en un lugar público, y en un espacio de un cuarto de hora, me dejó sobrecogido e... indignado ¿Es que un estado moderno no tiene medios de desenmascarar y meter en la cárcel a estos auténticos vampiros sociales?
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