La represión
Bueno, ya ha terminado la huelga de autobuses. Decían que no iban a militarizar y no han militarizado (entre otras cosas porque quizá ya no sirve la medida), pero la represión, en cambio, ha sido gloriosa. Como en los buenos tiempos. Aquí o te pegan o te militarizan, ya se sabe. De paisano y sin moratones es difícil andar. No se puede tener todo.Durante la semana de huelga, estaba yo una madrugada con el parado, en una esquina del barrio, discutiendo la forma del Estado (el parado me pregunta por la Tercera República, como si tuviera yo la culpa), y en esto que pasan unos cientos de trabajadores de la EMT, corriendo delante de los guardias. Algunos eran ya entrados y se les bamboleaba la tripa. ¡Qué espectáculo para un país libre!
-Se está mejor de parado- me decía mi interlocutor.
La pasada huelga de transportes es una huelga que ha ganado el Gobierno y ha perdido el pueblo. Los guardias corren más que los empleados de la EMT, porque son más jóvenes. El ministro de la Gobernación le ha ganado los cien metros lisos a Comisiones Obreras. Pero una cosa es el olimpismo y otra la democracia, señor ministro.
-Dice Arespacochaga que ya se ha quedado tranquilo.
-El, como tiene un helicóptero para ir a todos los sitios, nunca hace cola en el microbús.
La Embajada de Suecia ha alertado a sus súbditos madrileños por lo que pueda pasar. Deben estar pensando en el veinte de este mes. Los filipinos también andan alarmados. Me llama Pitita:
-Que nosotros no hemos dicho ni palabra. Alguien está inquietando sin motivo ni razón a los filipinos de Madrid.
Iba yo a comprar el pan y me encontré otra vez a Tellado, el mutilado de la República:
-Después de varios meses de no contestar a nuestras solicitudes, ahora nos han llamado para decirnos que falta una póliza de cinco pesetas.
Aquí, o te militarizan, o te represionan, o te falta una póliza de cinco pesetas. Aquí, en España, en paz no te dejan nunca. Se lo cuento al parado:
-Bah. Ese es un mutilado de la Segunda República. Yo quiero que hablemos de la Tercera, don Francisco.
Lo de este hombre no es normal. Ahora que se han sacado el Consejo Económico Nacional para colocar a los que ya estaban colocados, a ver si encuentran algo para darle al parado de mi barrio, porque hay que quitarle de la cabeza la obsesión republicana. Me pregunta si en la fuerte represión de la huelga de la EMT ha chasqueado el látigo el señor Martín Villa o el señor Arespacochaga.
-Arespacochaga está en plan progre. Ha dicho que la Corrala hay que respetarla porque es patrimonio del pueblo.
Estuve charlando con José María Rodero y Agustín González, en el camerino, que hacen Los emigrados con mucha grandeza. El parado de mi barrio es como el personaje que hace Rodero: puro pueblo, víctima ciega, dolor. Sólo que el quiosquero le ha inficcionado de escepticismo y mass-media. Ganarle una huelga por la fuerza, al pueblo, no es precisamente una gesta democrática para el Gobierno. La represión ya sabíamos que la hacen muy bien. Sobran las demostraciones. Ahora a ver si saben hacer el número de la democracia.
-Los que han hecho una cosa no pueden hacer la otra.
Los mismo represalian a unos obreros en paro que a una jai en cueros vivos. La revista Siesta viene este mes con páginas arrancadas como hojas del árbol caídas, que han debido desprenderse solas, puesto que, legalmente, la censura no existe. Todas las revistas, ahora, traen unas hojas cortadas. Arias Salgado era más artista: le ponía una puntillita de tinta china a Nati Mistral. Y, sin embargo, ha pasado a la Historia como un inquisidor, el hombre. Estos de ahora van a lo bestia y arrancan la página entera. Pues prefiero un fascista delicado a un demócrata violento. Y que encima no es demócrata.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.