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Entrevista:

"Estoy siempre a favor del antidogmatismo"

Entrevista con Basilio Martín Patino y sus "Canciones para después de una guerra"

Ángel S. Harguindey

Todo y nada comenzó con aquella Nueve cartas a Berta. Todo, porque con aquella película se descubrió un nuevo realizador, Basilio Martín Patino. Nada, porque años después el propio Patino abandonó el terreno del cine de ficción para integrarse de lleno en un trabajo más documental, más directo, en el que el material de archivo, se recrea con los recuerdos del realizador. Desde aquellas cartas a estas canciones Martín Patino ha sufrido una evolución en la que la realidad, o su recuerdo, se impuso sobre la ficción, en una línea discutida esencialmente por aquellos que piensan en las dicotomías, encubridoras con frecuencia de los maniqueísmos, como único método de conocimiento.

Una de las críticas más frecuentes a su película Canciones para después de una guerra es la de su falta de subjetivismo, o dicho con otras palabras, su aparente objetividad sobre el tema.-La crítica debe ser siempre destructiva. La constructiva es un camelo dentro del orden, una manipulación engañosa. Nos han destrozado el derecho a vivir con plenitud durante cuarenta años, nos han obligado a vivir en la contradicción, deficientemente, a un porcentaje mínimo de nuestras posibilidades. Pero luego ocurre que al reflexionar sobre nosotros mismos y tratar de transmitir esas reflexiones al espectador, la materia prima resulta tan politizada que lo meritorio consiste más bien en objetivar, contraponer, medir con rigor, es decir, dirigir las tensiones hacia entramados de percepción más sutiles. No puede uno olvidar que el cine es ya de por sí el arte de la ampliación, de las conductas evidenciadas, de los detalles potenciados hasta la demagogia. Y cargar esta expresividad con una especial postura previa es, como colocarle un taca-taca al espectador adulto que, naturalmente, no toleraría».

-¿Por qué las canciones para hablar de aquellos años?

-Cada película responde a su tema y a su momento particular. Canciones para después de una guerra fue para mí, entonces, como una necesidad contra tantos años de distorsión. Una especie de reto inconsciente, creo, contra mis propios-fantasmas, reflejo de los fantasmas con que vi siempre atemorizados a mis mayores. Es un mundo de sensaciones amedrentadas: el temor a no parecer suficientemente adictos, la sombra de una guerra llena de muertos, encarcelados y depurados, los victoriosos provocadores, la humillante aceptación de los vencidos. Se ha dicho y yo no me había dado cuenta, que mi película está llena de niños. Supongo que por algo será.

Lo paradójico es que de aquel vacío, de aquel silencio oscuro, como me parece que digo en la película, a mí sólo me quedaban los sonidos del unas canciones chirriadas por los altavoces de unas casetas de feria o escuchadas en el, patio de mi casa. Y estas canciones me venían asociadas a motivaciones físicas con fijaciones de concentración de falangistas, pan ácido, primeros viernes y no se qué domingos de San José, tebeos patrióticos, lentejas de estraperlo, lutos y uniformes, es decir, miedo por todas partes, miedo.

Burla de retóricas

-¿Se puede hablar de autoliberación al realizar Canciones...?-La película tiene tanto de exorcismo como de homenaje, de cabreo como de emoción al sentirse solidario y como más comprometido con la historia inmediata de este país llevado y traído de acá para allá como extras de una superproducción grandilocuente y estúpida. Por eso la concebí como una burla en profundidad de todas las retóricas y los énfasis con que nos habían venido avasallando. Canciones... sólo era posible desde la complicidad irónica con el espectador. Los nombres y apellidos sobreentendidos los sabíamos todos. Estaban en el NODO de cada día como un lugar común. De ahí esa necesidad de gran cachondeo lúdico que por lo que veo se tras pasa al espectador sin inhibiciones pasando revista a cada mito y a cada fetiche, reviviendo aquel sentido burlón con que el pueblo es pañol se ha defendido siempre de sus represores, cantando, a pesar de todo, en su esfuerzo por sobre vivir.

-¿Fue laborioso el montaje?

-No, no, en absoluto. Recuerdo la gozada de ir metiendo todas esas vivencias en la moviola, conectadas a las propias imágenes que me suscitaban intuitivamente -Rascayú, Que se mueran los feos, Se va el caimán... - perdiéndoles el respeto definitivamente, como mandando a la mierda para siempre tanta pesadilla atragantada y quedarse uno como nuevo. Si alguien, desde otras posiciones, no llega a sensibilizarse con esta parte de realidad histórica, tiene todos mis respetos pero su versión nos la han embutido ya hasta la sociedad.

La madrastra de Blancanieves

-¿Cuál cree que fueron las causas reales de los cinco años de censura y prohibición que sufrió la película?-El franquismo no la soportó porque como todas las dictaduras, no resistió la prueba de mirarse al espejo y reconocerse, como la madrastra de Blancanieves. Era lógico. Preguntar por qué la prohibieron es como preguntar por qué prohibían hablar de amnistía y reconciliación nacional y por qué tenían en la cárcel a tantos santos varones, o por qué se perseguía al espíritu liberal o a Lorca. A mí no ha me ha explicado nadie tampoco todavía por qué me encarcelaron por asistir a un homenaje a Miguel Hernández o por manifestarme los bombardeos del Vietnam.

-Quizá uno de los mayores y más constantes reproches a su película sea el de que no se enclava en lo que tradicionalmente se entiende por «cine político». Es decir, que ha desaprovechado la ocasión, al abordar el tema de la posguerra, de realizar un discurso directamente político. ¿Está de acuerdo con ello?

-Yo estaré contra el llamado «cine político» tal como algunos se empeñan en entenderlo, utópicanente, por lo menos mientras no se democraticen las reglas del juego. ¿Quiénes son los únicos que pueden fabricar películas para una sociedad de clases y para qué? A la hora de la verdad el cine político ha sido una componenda fascista en tiempos de fascistas, stalinista en tiempos de stalinistas, capitalista en tiempos de capitalistas... y, si acaso, más que político, retórico de la frustración y de las especulaciones intelectuales en determinadas excepciones, como escape y solaz controlado por superinformados y estetas. ¿Cuándo y con qué medios van a poder hacer cine el proletariado y las izquierdas? Cuando me hablan de cine político me acuerdo enseguida de las clases de educación política. Son los reflejos condicionados que me hacen aborrecer por igual todo tipo de adoctrinamiento. Yo creo que la mejor política es que cada uno haga bien lo que tenga que hacer según su sincera concepción del mundo, que lo demás ya se encargará de interpretarlo el espectador. El cine primero tiene que ser cine, como la literatura, literatura, capaz de lograr el interés y la afinidad con su público. Personalmente prefiero apuntar más hondo en cuanto a pretensiones realistas de transformar nuestro entorno, a lo Rimbaud, antes que someterme a una falsilla o a las directrices del último prepotente empeñado en controlar y manipular el ocio de toda la comunidad. Hace falta estar muy seguro de algo para tener la petulancia de querer arrastrar a los demás hacia tus propias convicciones. Yo sólo haría cine político, el llamado cine político, al revés, en el sentido de desconvencer a los convencidos, a favor Siempre de la antirretórica y del antidogmatismo.

Basilio Martín Patino estrena ahora en Madrid su última película legal. Finalizó hace dos años otra, Los verdugos, que pronto presentará en las ventanillas correspondientes para exhibirla. Esperamos que no tarde otros cinco años. El espectador español no se lo merece.

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