Escándalo político por la visita de Ponomarev
El secretario del comité central del Partido Comunista soviético, que llegó ayer a Gran Bretaña en visita oficial, fue recibido en Londres con escenas extremadamente hostiles, tanto en la calle como en el Parlamento. En el primer caso, uno de los numerosos manifestantes que protestaron por la presencia de Ponomarev en el Reino Unido lanzó una botella contra el automóvil que conducía al político. En el Parlamento, adonde acudió Ponomarev por la tarde, durante el tiempo que el primer ministro se reserva para contestar preguntas de los diputados, hubo violentas escenas dialécticas que concluyeron con la expulsión literal del soviético de la galería desde la que contemplaba el debate.
La líder conservadora, Margaret Thatcher, acusó al primer ministro Callaghan de llevar adelante «una diplomacia blanda», en virtud de la cual permitía que visitara este país el responsable de la invasión de Checoslovaquia, precisamente cuando se cumple un aniversario más de «la masacre de Hungría». El líder laborista, que poco después se reuniría en la propia Cámara de los Comunes con el político soviético, trató de calmar el ambiente, apuntando que él tampoco aprobaba el sistema soviético «pero que se consigue muy poco insultando al representante de un país tan poderoso».Mientras se desarrollaba el debate, Ponomarev escuchaba impasible desde la galería de visitantes, hasta que un diputado conservador dio un grito tradicional en la vida parlamentaria británica -«veo extranjeros»-, que indica que los que no pertenezcan a la cámara y estén presenciando el debate pueden ser expulsados. En ese punto, Ponomarev, a quien ya no le quedaban dudas de cómo había sido recibida su presencia, abandonó la galería.
La visita de Ponomarev al Reino Unido se ha organizado como correspondencia a uno que representantes del Partido Laborista británico hicieron a la Unión Soviética hace tres años y medio.
Igual que si Atlee se hubiera sentado con Hitler
Un portavoz del ala moderada laborista, que dice defender ideas socialdemócratas, ha atacado también la vista de Ponomarev. «Su presencia en Londres y su encuentro con el primer ministro resulta tan incoherente como lo hubiera sido que Attlee se hubiera sentado a comer con Hitler en el curso de la segunda guerra mundial». Además de acusar a Ponomarev de haber iniciado la invasión contra Checoslovaquia, algunos sectores de la vida política británica insisten en que el visitante soviético es uno de los mayores obstáculos con los que se enfrenta la política de distensión Este-Oeste. Casi todos los periódicos colocan después del nombre de Ponomarev el calificativo de «jefe del terror» de la URSS.
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