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Difícil diálogo entre el Mercado Común y el Comecón

Los gobiernos de los países miembros del Mercado Común, no parecen dispuestos a pagar el «precio político» que supondría el eventual reconocimiento por parte de Moscú de la existencia de las comunidades europeas, como organismo supranacional de integración económica y política.

Así parece justificarlo la posición «minimalista» que adoptaron los ministros de Asuntos Exteriores de la CEE, en su consejo de Luxemburgo. En definitiva, los nueve no darán plena satisfacción a Moscú, que desearía estrechar lazos económicos y comerciales con la CEE. Se limitarán a una contrapropuesta de cooperación técnica.El difícil diálogo económico entre las «dos» Europas, la del Oeste y la del Este, la «capitalista» y la «socialista» tiene una larga historia.

La URSS ignoró la existencia de un Mercado Común Europeo hasta marzo de 1972, cuando Breznev aludió a tal realidad durante el congreso de los sindicatos soviéticos. A partir de entonces los expertos del Kremlin lanzaron sus primeros sondeos con vistas a la conclusión de un tratado comercial y económico entre la CEE y el Comecón, especie de Mercado Común de los países del Este.

La firma de tal acuerdo supondría, de manera implícita, el reconocimiento oficial, por parte de Moscú, de la existencia de la CEE. Las facilidades comerciales recibirían el «regalo» de un reconocimiento político.

Visto desde Bruselas el proyecto soviético presenta dos aspectos principales: uno político y otro económico.

Firmar un acuerdo global con los países del Comecón representa, políticamente, reforzar la posición de la URSS sobre sus satélites del Este. Sobre todo, en un momento en que algunos de esos países, como Rumania, intenta acercarse bilateralmente a la CEE, siguiendo el ejemplo de Yugoslavia, que cuenta con un acuerdo comercial con la CEE desde 1972.

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Desde una óptica puramente económica y comercial las cosas no son tampoco fáciles. Los técnicos europeos tienen en cuenta que el Comecón no forma un complejo con una tarifa exterior común, como la CEE, y cada país depende de sus famosos planes quinquenales.

Se destaca, por otra parte, que el nivel actual de cooperación comercial con el Este plantea serios problemas. La base de muchos acuerdos funciona con créditos de los países exportadores. Los «capitalistas» venden tecnología ,de consumo a cambio de materias primas «socialistas». El desequilibrio de la deuda del Este alcanzará a finales de este año más de 40.000 millones de dólares y peligra de aumentar en un futuro.

Otro aspecto nada despreciable del problema, planteado por un comité de expertos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), es que el Este importa principalmente maquinaria para la fabricación de productos de consumo, reexportando a continuación sus productos acabados a precios bajos a la Europa occidental.

Washington, que indirectamente tiene mucho que ver en la postura final que los comunitarios adopten cara al Este, señala que la importación de tecnología occidental para fabricar productos de consumo, contribuye a que el Este pueda centrar su tecnología casi exclusivamente a la elaboración de armamento.

Todos esos factores inciden en el momento de determinar el contenido del diálogo Este/Oeste.

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