¿Ya ha leído usted el libro?
A la viuda de Mao dicen que la han ejecutado. Aquí no llegamos a tanto, pero la gente se hace la pregunta en los cócteles, los saraos y los bautizos:-¿Ya ha leido usted el libro?
El libro es el libro, claro. Qué libro va a ser. Hay como un recochineo particular en leer lo que ya sabíamos, en ver escrito lo que tantas veces habíamos oído. Porque el caso es que el libro vale más por lo que ratifica que por lo que notifica. Estos grandes libros de éxito pueden arruinar a un editor -en este caso a Lara-, porque el personal se los pasa de mano en mano y, así, un solo ejemplar ha dado ya varias vueltas a Madrid. Hay también como una cierta concupiscencia en dejar esta clase de libros. Casi es como si lo hubiera escrito uno mismo.
Estando como estamos en los últimos días de Pompeya, el libro político y desmitificador prolifera, y hay quien ha arriesgado que la novela de Alfonso Grosso, finalista del Planeta, glosa la vida de Girón. Eso nunca se puede saber, pero dicen que Juan García Carrés está muy indignado contra los periodistas que aventuran semejante tesis.
-Bueno, el indignado tendría que ser Giron -arriesga el parado.
-Girón, según dicen, es el biografiado.
Mientras me llega y no me llega el libro, el quiosquero me remedia la impaciencia con el otro libro, el de Gil-Robles:
-Tome don Francisco, y vaya usted enterándose de lo que cuesta un peine.
Bueno, está muy bien lo de don José María, es interesante. Pero el libro es el libro. Yo he venido a por LSD y me dan bicarbonato. A mí, en los cócteles, suelen preguntarme qué estoy escribiendo. Estos días sólo me preguntan si he le leído el libro:
-¿Ya ha leído usted el libro?
Empiezo a sospechar que el país en bloque está dejando de interesarse por mi producción literaria. Y eso sí que no. El protagonista del libro, que tantas batallas nos ganó en vida, está ganándonos ahora una última batalla a los escritores después de m.uerto. Como el Cid, pero en best-seller.
Por la mañana temprano iba yo a comprar el pan y me encontré a José Miguel Ullán:
-Han secuestrado la revista Guadalimar por sus originales sobre arte y erotismo.
Otra batalla que ganan los muertos. Y así la batallita de cada día. Me lo dijo Alfonso Sánchez, que venía de un garbanzo de plata e iba hacia un cocidito madrileño:
-Desde que hay menos censura, el cine español está conquistando mercados universales.
O sea que de este lado también se ganan batallas. La gente, esta semana, no habla de siglas ni de crudos ni de abortos, que son las conversaciones nacionales que han sustituido al fútbol, las criadas y los novios de la niña. La gente habla del libro. Hay, ya digo, como un gran regodeo nacional, una sonriente complicidad en enterarse de lo que ya se sabía. En España, como en la China, ha empezado el revisionamiento. Ya decía Ortega que lo más parecido a un chino es un andaluz.
-Y eso que Mao lo había dejado todo atado y bien atado.
- Yes.
Fernández de la Mora y Martínez Esteruelas han dicho en estos días que elecciones cuanto antes. Quizá tienen prisa por que la gente vote antes de leer el libro. Mientras en Portugal, en China y en Rusia estas cosas cuestan muertos, aquí somos tan finos que estamos haciendo el deshielo a base de libros. Más vale. Hay quien cambia el libro por una licencia de taxi o por un kilo de café, y quien lo utiliza para ligar: «Señorita, ¿ya ha leído usted el libro?» Los supermercados están preparando ya las cestas de Navidad, Y en lugar de un jamón meten el libro. Esta semana no sabía si enviarle a Nadiuska joyas o gladiolos. Ella me ha sacado de dudas: «Envíame el libro.»
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