La afirmación catalana y la afirmación democrática
La actitud del «Consell de Forces Polítiques de Catalunya» renunciando a estar presente en la reunión animada por Coordinación Democrática para constituir un órgano unitario de negociación con el poder es a menudo falsamente interpretada. El «famoso» artículo de EL PAIS aportó una serie de argumentos erróneos que pueden nutrir una campaña peligrosa para la convivencia hispánica y que conviene desmentir y aclarar.Estos argumentos descansan sobre la tradicional acusación de «separatismo» y de «insolidaridad» que se "hallan a menudo implícitas en las críticas suscitadas por la posición del Consell. Idénticas recriminaciones han surgido siempre del lado de la ultra-derecha, lo que por si solo ya debería poner en guardia a los partidos pertenecientes a Coordinación Democrática. En cuanto a nosotros no debe extrañarnos tal coincidencia. Cuando los partidos catalanes afirmaron posiciones políticas sociales que no correspondieron exactamente a lo que consideraba justo la clase política madrileña, ésta acostumbró a tacharnos casi siempre de lo que desmienten siglos de historia y actitudes catalanas en momentos decisivos. Cataluña no ha sido nunca «insolidaria» ni mucho menos «separatista». No lo fue en 1714, ni en 1808, ni en el 31 o el 36. No lo es, claro está, en 1976. Ahora bien: Cataluña -antes y ahora- se ha sentido vejada y separada por los «separadores centralistas» que, si en el plano teórico confunden conceptos distintos como nación y estado, en el terreno práctico tienden a rechazar cualquier tipo de estructuración autonomista o federativa, confundiéndola con la disgregación o el separatismo. Se trata aquí pues de un serio problema de fondo que estamos dispuestos a aclarar. Y a rectificar en lo que sea necesario, a condición de que se nos demuestre que lo es con argumentos mejores que las nociones de un bachillerato, aprobado. seguramente a base de resúmenes de libros de ¡exto de estos últimos cuarenta años. Desde Muntaner hasta Bosch Gimpera o Vicens Vives nuestros historiadores han afirmado una determinada noción de lo que es, España viéndola como el gran esfuerzo de pueblos distintos, de nacionalidades diversas que pugnan por hermanarse, guardando cada cual su personalidad a pesar de las fuerzas sociales y las estructuras políticas que les oprimen y dividen. No hay duda que la actual conyuntura peninsular (pues también, Portugal formó parte de este conjunto) y europea, abre hoy perspectivas positivas para este esfuerzo común.
Líder del Reagrupament Socialista i Democratic de Catalunya, fundado en 1974, decidió el pasado mes de mayo el cambio de nombre de este grupo por el de Partido Socialista de Catalunya, provocando una dura polémica en el seno de la izquierda catalana
Es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona.
En el tema concreto que nos ocupa hay que repetir que la posición del Consell rechazando la fórmula unitaria para la negociación con el poder es una garantía democrática que deberían apreciar todos los demócratas. Los partidos «importantes» de Coordinación Democrática, -ID; PSOE; PSP; y PC-, han ya comenzado en formas diversas e insatisfactorias, dicha negociación. Afirman todos ellos unos puntos básicos de acuerdo posible: restablecimiento pleno de las libertades, legalización de todos los partidos políticos sin excepción, control de las elecciones por un Gobierno que reúna más garantías de imparcialidad que el actual, etc. etc. Todo esto ha sido repetidamente expuesto por Tierno Galván, Felipe González, Ruiz-Giménez o -desde París- por Santiago Carrillo. Sólo muy accidentalmente aparece en sus declaraciones el tema de las autonomías y aún conviene reconocer que cuando surge esta cuestión es para anunciar que es un problema difícil para los «poderes fácticos»i y que lo mejor sería dejarlo para las futuras Cortes...
No criticamos este planteamiento; simplemente lo comprobamos. Y afirmamos además que nos parece conforme con lo que son y quieren dichos partidos. Pero, si esto es así, la obligación de los partidos catalanes democráticos parece ser la siguiente:
a) Defender con firmeza lo que nadie defenderá mejor que nosotros mismos: las posiciones autonómicas, caracterizadas en Cataluña por la reivindicación de la Generalidad y de los principios del estatuto del 32, como punto de partida.
b) Apoyar siempre las reivindicaciones democráticas de Coordinación y de otros grupos políticos del Estado, confiando que no olvidarán por su parte la afirmación autonomista.
La creación de un órgano unitario con Coordinación Democrática no únicamente no ayudaría en nada a conseguir estos objetivos, sino que seguramente los obstaculizaría. Para nadie es un secreto la crisis actual de Coordinación, que no unicamente no ha conseguido incorporar a los partidos de centro y centro-izquierda españoles, (liberales y socialdemocratas), sino que ni tan solo ha integrado a los democristianos de Gil Robles. Además, sus grupos de extrema izquierda (MCE; ORT; PTE; etc.) están en desacuerdo con las concepciones «negociadoras» de los «importantes» ya nombrados. La presencia del «Consell» no aportaría más que nuevos problemas a «Coordinación», que ya tiene bastantes. Las dificultades, para concertar una respuesta al plan Suárez son un síntoma de divisiones internas graves que en nada mejorarían con nuestra presencia.
Por el contrario, Cataluña ha demostrado con el «Consell» y sus acuerdos con la Generalitat y con la aportación de los partidos que formaron parte de la «Plenaria de la Diada.», que nuestra propia afirmación democrática es capaz de reunir un espectro político más amplio que el de Coordinación y que puede ayudarla mucho en su propio esfuerzo en cuanto coincide con el nuestro. Las negociaciones con el poder serán más factibles si Cataluña se presenta con su propia personalidad, como un pueblo que ha logrado algo que aún está por lograr fuera de aquí: una voluntad común y un amplísimo consenso para organizar la convivencia, no unicamente en nuestro país sino en el resto del Estado.
El «Consell» puede y debe concertar su acción con las otras instancias democráticas unitarias, sin subordinación de ninguna clase respecto a ninguna de ellas. Cataluña defiende sus derechos, y al mismo tiempo defiende, -como otras veces-, la democracia, que en España pasa siempre por las afirmaciones que Joaquín Costa expresó en su día: la auténtica presencia de los pueblos en el Gobierno del Estado. Lo hacemos a nuestra manera; pacíficamente, pero resueltos. Decididos a convencer con la fuerza de la razón y del ejemplo a quienes no saben o no quieren oír este viejo grito fraterno que resuena en la «pell de brau» cada vez que se presenta una nueva ocasión para la conquista de las libertades.
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