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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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La malmaridada

El quiosquero me saluda con el puño en alto. Yo, para corresponderle, enarbolo la barra de pan, pues ya saben ustedes que desde el motín de Moratalaz levantar una barra de pan se ha convertido en el saludo revolucionario.-Don Francisco, que no sé si ha visto usted lo de la malmaridada de Zaragoza.

Pues claro que lo he visto. Y ustedes también. A una casada de veintiún años se la juzga por adulterior. Las progres de Madrid están muy levantiscas ante el hecho, y tienen razón. Rosa Mateo, una de las mujeres más importantes que se asoman a la telepantalla, me ha invitado a comer paella, que está riquísima, y le digo:

-Eres la única progre de este país que sabe guisar.

Sabe guisar, pero no deja de concienciarse ante lo de Zaragoza, que es una cosa entre inquisitorial y variopinta. Hay una revista de vindicaciones femeninas que me ha puesto una esquela, sin duda por macho, machista y discriminador.

O sea, que no tengo ninguna autoridad en el asunto, pero no dejo de opinar que el llevar a juicio a una señora de veintiún años por irse a Canarias con su experiencia paralela es pasarse. Aun cuando la experiencia paralela tuviese barba. Quizá si hubiesen viajado a La Manga del Mar Menor sería otra cosa. Pero Canarias es zona marroquizada y conflictiva. Con lo que añaden delito político al pecado de la carne. Yo creo que a la réproba hay que juzgarla militarmente.

Comento el caso con el parado de mi barrio:

-Aquí estamos, en plan Cristino Martos.

Los parados lo explican así porque la oficina de paro está en la calle Cristino Martos, y ellos deben creer que don Cristino Martos fue el primer parado de España, algo así como el apóstol de los parados. Llegamos a la conclusión de que, con setecientos mil parados que había en el país en junio, según estadísticas, cualquier mujer corre peligro por la calle.

-Ya me dirá usted, con tanto hombre suelto y desocupado. En algo tienen que dar.

Eso. Y dan en llevarse a las malmaridadas al archipiélago de las Islas Afortunadas, a cantar isas y conculcar el santo sacramento y la célula, fundamental, o sea, la familia. Hay parejas que, ya puestos, hasta conculcan el municipio y el sindicato.

-¿Y usted cree que el raptor era un parado?

-No sé, pero parece que se la conculcaba mejor que el marido.

Ya se lo decía Engels a aquella novia obrera que tenía en Manchester:

-La mujer es el proletariado del hombre.

Esta es la tesis de izquierdas, claro. La tesis de derechas la dejó en el aire Pitigrilli una vez que vino a cobrar sus colaboraciones de La Codorniz:

-En toda mujer hay un cromosoma de Madame Bovary.

Pero Gustave Flaubert, que también había caído por la redacción, le replicó presto:

-Madame Bovary soy yo, mon cheri.

Madame Bovary siempre es el hombre. El adulterio femenino siempre es una figura masculina porque el hombre ha hecho la ley y la trampa. La mujer es una creación lírica y jurídica del hombre. Ahora, las mujeres están queriendo escapar, y hacen bien, de los sonetos de Garcilaso y del Código Civil. Algunas, en su escapada, lle.gan hasta lás islas Canarias.

-Al fin y al cabo -le digo al parado de mi barrio-, la adulterio de Zaragoza no ha hecho más que vivir su experiencia prematrimonial, tan necesaria. Las mejores experiencias prematrimoniales son las de después del matrimonio.

Las mujeres y los parados. Dos grandes razas discriminadas de nuestra sociedad clasista. La mujer es un parado jurídico y el parado es la esclava del señor. Y el señor Io arregla todo con un juicio por adulterio o con la libertad de despido. Como la naturaleza imita al arte en general y a Valle-Inclán en particular, en Zaragoza estará representado a puerta cerrada Los cuernos de don Friolera.

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