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Reportaje:El saneamiento, mal endémico de Madrid / 1

Del "agua va" a la gran depuradora

Desde los tiempos en que Madrid, como el resto de las ciudades de Europa, vertía sus aguas residuales a la calle, gritando el clásico ¡agua va!, ha llovido mucho. Pero, por lo visto, no lo suficiente como para que en estos momentos podamos contar con una red de saneamiento suficiente para una población que se acerca a los cuatro millones de habitantes. Para que el déficit se viera disminuido en los límites máximos sería necesario que el Ayuntamiento de Madrid invirtiera, desde hoy hasta el año 1979, 6.550 millones de pesetas. De analizar el tema, desde las primeras realizaciones que en este sentido se hicieron en Madrid, se ha encargado a lo largo de este informe.

Más de seis mil millones de pesetas necesita invertir el Ayuntamiento de Madrid para lograr que la depuración de sus aguas residuales, una gran parte de las cuales se vierten directamente al río Manzanares o ala Jarama en la actualidad, lo sea con todas las garantías que merece este tipo de tratamiento. Caso de llegarse e esta inversión. Madrid contará, en 1979, con la depuración primaria de aguas residuales provenientes de una población equivalente a las 4.285.000 personas. Sin embargo, en la actualidad la depuración primaria de las aguas residuales de la gran ciudad que es va Madrid se realiza únicamente para una población calculada en 1.185.000 habitantes -si descontamos la depuradora de Rejas, todavía en periodo de pruebas-—o como en 1.435.000, contando con la posibilidad de que Rejas estuviera ya funcionando a pleno rendimiento. Todo este posible plan de inversiones sólo conduce a una cosa real: que el río Manzanares y, por supuesto, el Jarama, al que van a parar una parte de las aguas residuales de Madrid, Directamente, y el resto, a través del Manzanares, se conviertan en zonas habitables por sus moradores habituales: los peces. Y además se conseguiría con esto que el río no fuera un maloliente foco de infecciones, si no un lugar apacible que le diera a Madrid un cierto rango de ciudad limpia. Pero hoy por hoy el río es una zona absolutamente infectada de la ciudad cuyos orígenes hemos de buscar unos cuantos siglos atrás.

La calle como alcantarilla

La calle sirvió, durante siglos, además de para el paso de peatones carros, para que por ella corrieran, hasta que el sol las evaporara, las aguas residuales que provenían de los vecinos de la misma. El clásico ¡agua va! que gritaban nuestras antepasados al arrojar por la puerta o por la ventana sus residuos imperó durante siglos en el inundo entero. El primer síntoma de que los ciudadanos empezaban a preocuparse por que sus residuos tuvieran el tratamiento adecuado fue la instalación, en el centro de las calzadas de las calles más importantes, de unos pequeños canales de empedrado que permitían un mínimo de practicabilidad por los peatones de a época, los más. Sin embargo, a estos canales iban a parar, además de las aguas de lavado, los residuos de las fosas móviles y que en casa de cada cual, sobre todo si era pudiente existían para almacenar las heces de la familia.

Hasta que la población de Madrid no hubo alcanzado lo 80.000 habitantes, lo que no ocurrió en el año 1618, no se hizo ninguna reforma más en su sistema de saneamiento. Tuvo la iniciativa de acometer la construcción de alcantarillas el que fuera corregidor de la villa Francisco Villorias. Este primer impulso a la creación de una red de saneamiento se concretó en la construcción de las alcantarillas de la calle Nueva de San Jerónimo hoy convertida en la carrera del mismo nombre y de la plaza Leganitos.

Pero hasta 1734 no se vio continuada la obra del corregidor Villorias con el proyecto para el centro de la ciudad que elevó al rey Fernando VI el ingeniero Alfonso de A rece, en el que se proponía un sistema de minas en la vía pública y la instalación de descargas automáticas de agua, con acometidas u las casas y a las minas, colocándose en las primeras sifones hidráulicos y absorbedores modo tos, con registros para la ventilación necesaria de la habitación donde fueran instalados.

La idea, sin embargo, no fue aceptada. Y ello fue por el simple hecho de que existía la creencia fuertemente arraigada, de que el estiércol y las aguas negras eran muy convenientes para la salud, y que sus emanaciones «templaban los sutiles aires de la sierra».

Fue en tiempos de Carlos III, exactamente en el año 1780, cuando se atacó la construcción varios kilómetros de alcantarillado y se adoptaron medidas para el acondicionamiento de los pozos negros. Precisamente uno de los colectores que se construyeron en esa época fue el que recogía las aguas del arroyo Carcabón, a la izquierda de lo que hoy se ha con vertido en el paseo de Castellana. Ha sido este colector el que ha provocado más de un accidente en el subsuelo de esa zona.

Unas 6.316.000 pesetas fue el coste, entre 1850 y 1864, de la construcción de quince colectores en otras tantas cuencas existentes en la ciudad, lo que venía a sumar un total de 62.700 metros lineales de colector. Las cuencas que se vieron beneficiadas de esta innovación fueron las de los Reyes, Flor Baja, Barquillo, Arenal, Segovia, Valencia, San Francisco, Toledo, Curtidores, Embajadores, Infantas, Prado, Huertas y Atocha, situadas todas ellas en el perímetro de la ciudad. Con posterioridad a estas construcciones se realizaron otros 75 kilómetros de colectores, pero sin tener en cuenta plan alguno global y atendiendo únicamente a intereses particulares.

El plan que se redactó en 1908 hizo que su puesta en práctica significara, en el año 1936, que Madrid dispusiera de una magnífica red de saneamiento que hizo pasar al río Manzanares de ser una cloaca infecta a un río de agua clara, con todos los pronunciamientos favorables. Precisamente en ese año, meses antes de que estallara la guerra civil, Madrid tenía 480.000 metro lineales de alcantarillado.

Ha sido desde 1939 hasta nuestros días cuando el gran crecimiento de la ciudad ha dado al traste con las previsiones que se pudiera haber hecho, a pesar de los esfuerzos que periódicamente, y según el alcalde que lo presidiera, ha realizado el Ayuntamiento

Así como en 1850 eran quince las cuencas que precisaban regular sus vertidos, en la actualidad se pueden cifrar en seis las zonas de Madrid que necesitan contar en su infraestructura con los correspondientes colectores y depuradoras, antes de que el vertido se realice directamente al río. Estas zonas son: el noroeste de la ciudad, las planicies derechas de Villaverde, las extensiones del sureste de la vaguada de Vallecas, la amplísima zona que, desde la divisoria con el Abroñigal, en la Ciudad Lineal, vierte hacia el ría Jarama, las zonas residenciales e industriales en Hortaleza y Alcobendas y las zonas industriales del suroeste, cercanas a los municipios de Getafe y Alcorcón

El saneamiento madrileño

Hoy por hoy, la red de saneamiento con que cuenta Madrid se eleva a los 2.720 kilómetros lineales, de los que 1.240 son visitables, esto es, con una altura de suficiente para que por él pase, de pie, una hombre. Pero el mismo Ayuntamiento, a través de la Delegación de Saneamiento y Medio Ambiente, reconoce que esta acción no es suficiente, dadas razones tales como el crecimiento de la urbe, la aparición de nuevas barriadas, el agotamiento de la capacidad portante de muchas de los conductos, al incrementarse en zonas la densidad de población y, sobre todo, las dotaciones per cápita, la necesidad de sustituir muchos de los conductos por su precario estado para el uso normal y muchos por la falta de mantenimiento o de explotación inadecuada, lo que lleva a definir la necesidad de una acción urgente. coordinada en los campos de la construcción, el mantenimiento y la explotación de la red.

Para poder hacer todo eso, el Departamento de Saneamiento de la citada Delegación no dispone de los medios suficientes, tanto en términos económicos como de personal.

Los problemas principales con que se enfrenta este departamento se pueden resumir en seis puntos concretos:

1. Falta de coordinación entre planeamiento y ejecución.

2. Falta de control en la explotación de las redes.

3. Disociación de actuaciones.

4. Duplicidad de esfuerzos.

5. Dificultad de acudir con urgencia a la solución de problemas sanitarios por falta de agilidad en la situación actual.

6. Escasez de medios técnicos y económicos para responder al ser vicio en beneficio de los usuarios con la rapidez y eficacia necesarias.

En la actualidad son cinco las depuradoras —el último eslabón de la cadena del saneamiento en Madrid— que funcionan en la capital. Esto supone que tan sólo las aguas residuales que producen algo más de un millón de madrileños son depuradas diariamente. Estas depuradoras son las que están insta ladas en El Pardo, Viveros de la Villa, vertedero de La China, Butarque y Manoteras. A ellas habría que añadir la de Rejas. que se encuentra en periodo de pruebas. Contando aún con esta última, el volumen de agua depurada en la ciudad, antes de verter al río, es de 5.947 metros cúbicos por segundo. El resto de las aguas residuales de Madrid suponen 11,4 metros cúbicos por segundo. Las cifras hablan por si solas de la necesidad de que la ciudad pueda contar, en el mínimo tiempo posible, con una red de saneamiento que cubra realmente todas sus posibilidades de expansión futura y reduzca al mínimo su déficit actual.

A estas depuradoras deben llegar los colectores que porten las aguas residuales que, provenientes de las casas de cada uno de los madrileños, pasan por las alcantarillas de calle. Sin embargo, los colectores que están construidos no son, en absoluto, su tientes para ello y precisan de su duplicación o de la construcción de otros nuevos. Todo ello se propone acometerlo el Ayuntamiento de Madrid si en un breve plazo sus actuales estructuras no se ven alteradas. El importe total, referido únicamente a la instalación y puesta en servicio de las depuradoras necesarias, sería, aproximadamente, de unos 6.550 millones de pesetas, con los que se podría lograr que las depuradoras actualmente en servicio se vieran reforzadas con la ampliación de varias de ellas y la entrada en depuración biológica de cuatro de las mismas. La depuración secundaria viene a significar que se eliminaría el 92 por 100 de las materias en suspensión y el 90 por 100 de la materia orgánica que es susceptible de verse corrompida, lo que produce el mal olor que reina en el río en la actualidad

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