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Aprobada la política de autonomía parlamentaria para Escocia y Gales

Juan Cruz

El acuerdo mayoritario logrado por el gobierno británico en la conferencia laborista de Blackpool sobre la cuestión regional no puede tranquilizar a la administración. Como ya se ha informado, la asamblea laborista ha aprobado una resolución del ejecutivo del partido según la cual se apoya la política devolucionista planteada por el gabinete de Callaghan y se rechaza la idea de un referéndum previo para decidir si tal devolución debe o no debe hacerse.

El debate no ha terminado porque hay fuerzas laboristas que quizá no consigan el apoyo de una asamblea de delegados pero que si pueden conducir a una gran campaña-nacional que trate de establecer los problemas regionales dentro de una perspectiva más amplia.

Curiosamente, las posiciones de esas fuerzas, que en principio se oponen a la devolución de poderes parlamentarios, se asemeja a primera vista a las que mantienen conservadores moderados y extremistas, aunque las bases de ambas posturas son muy distintas.

Los conservadores ven en el «tratado devolucionista» que se les intenta conceder a Escocia y a Gales un peligro inmediato de división total de dos partes vitales del Reino Unido.

Los nacionalistas escoceses, sobre todo, también lo ven así, pero para ellos la perspectiva no tiene ningún matiz peyorativo, por supuesto. Los conservadores, de nuevo, ofrecen como alternativa una tímida devolución que conduzca a una cierta autonomía regional.

Ultimamente, dos políticos conservadores con mucha influencia todavía en el país y en la estrategia de su partido, Edward Heath y lord Home, ambos ex jefes de gobierno, han planteado la posibilidad de convocar un referéndum en virtud del cual los escoceses -en este punto, nadie se acuerda de los galeses- den a conocer su opinión sobre la necesidad de mantener o no la unidad de Gran Bretaña.

Posiciones contradictorias

No conviene confundir esa postura con la que adoptan grupos de laboristas opuestos a las proyectadas leyes de devolución parlamentaria. Estos laboristas, que ahora han sido derrotados en asamblea, estiman que Gran Bretaña no debe atacar el tema regional tan parcialmente en un momento en que la economía total del país está en peligro. En todo caso, el gobierno debía plantearse una devolución sistemática de poderes ejecutivos y de planificación a las distintas zonas del Reino Unido, y sobre todo a las áreas deprimidas de Inglaterra. La autonomía más o menos fortalecida de dos regiones determinadas conduciría, según dijo en la conferencia laborista Neil Kinnock, un parlamentario de Gales que milita en la izquierda del partido, a comparaciones y a divisiones dentro del país, que se dirigirían finalmente contra los responsables del laborismo La situación es compleja. Sin duda, el debate regional que ya se ha iniciado no va a ser únicamente el tema de esta conferencia laborista ni siquiera el de la inmediata sesión parlamentaria. Va a ser la principal cuestión a la que se tenga que enfrentar Gran Bretaña en la década próxima. De esta discusión podrá resultar una nueva definición del país y acaso una nueva geografía política del Reino Unido.

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