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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El ballet de Stuttgart presenta "La fierecilla domada"

En el mundo del ballet contemporáneo la figura de John Cranko se destaca con perfiles propios. El coreógrafo sudafricano pasó por el Sawdler Wells en donde realizó sus primeras experiencias (Historia de un soldado, y a partir de 1960 trabajó en la Opera de Stuttgart hasta su muerte en 1973. Dentro de una línea flexible, conciliadora de las tradiciones y los modernos puntos de vista se acercó en muchos casos, al estilo Balanchine, especialmente a la hora de coreografiar obras de música pura: Imágenes, de Ravel; Conciertos, de Bach; Passacaglia, de Weberan; Poema del Extasis, de Scriabian; Preludios, de Debussy: Concierto para flauta y arpa, de Mozart, o Concierto para trompeta, piano y cuerda, de Shostakovitch.Otra manera resultaría de la íntima fusión -ideológico y práctica- de Cranko con la escena operística o con el teatro en general. Es la que dio por resultado sus versiones de Carmen, The lady and the fool, sobre Verdi; Eugenio Onieguian, de Tchaikowsky, o Pineapple Poll, sobre el opertista Sullivan. En fin, concepciones combinatorias de lo danzado y lo mínimo, tal y como resultan necesarias para narrar un argumento de comedia como La fierecilla domada, de Shakespeare, podrían significar al lado, del montaje de ballets concebidos como tales por el compositor (El príncipe de la pagodas, de Britten; Juego de naipes, de Strawinsky, o Dafnis y Cloe, Ravel), el distinto aspecto del gran talento creador de Cranki.

El ballet de Stuttgart, al que Cranko dio internacionalidad, ha presentado en Madrid La fierecilla domada, sobre partitura, de Kurt-Heinz Stolze basada en temas de Searlatti. Desde el punto de vista musical la transformación Scarlatti-Stolie resulta, con frecuencia caprichosa y, en ocasiones, gruesa, lo que contrasta con otros momentos felices y discretamente evocadores. Pero queda claro que se trataba de servir a la danza, de acompañar -digámoslo así- el desarrollo de una acción contada desde el gesto y articulada en una organización coreográfica llena de fantasía, desenvoltura y, a veces, expresivismo romanticista.

Sobre unos decorados y con figurines de Elisabeth Dalton, sencillos, un tanto academicistas, pero siempre eficaces, la labor de la troupe de Stuttgart fue excelente, pues cuanto hizo revela experiencia, largo trabajo y una alegría de espíritu capaz de colorear con matices vivos la ya de por sí picante coreografía. Sobre el conjunto, entonado, pleno de cohesión, ágil, destacaron las intervenciones protagonistas de Brigil Keil (Caterine) y VIadimir Klos (Petruccio) con la compañía de la segunda pareja formada por Lucía Isenring (Bianca) y Egon Madsen (Lucentio). Desde un pensamiento combinatorio de la rápida sucesión de escenas, típica del teatro shakespeareano y la estructura unitaria del conjunto más conveniente al género operístico, la.coreografía de Cranko establece la definición de los distintos personajes y coordina su acción con la del conjunto.

La orquesta sonó muy aceptablemente en manos del maestro Stewart Kershaw, lo que ha de subrayarse tratándose de pentagramas de bastante dificultad.

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