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Falta torería y personalidad

Estas son horas de mediocridad en la torería. Hay un signo evidente: no saben estar mal. Muchos toreros dan la medida de su valía real no tanto en los momentos de triunfo como en los de fracaso. En el triunfo, generalmente cuando el toro se presta a lucimiento, etorero despliega su repertorio. Aunque éste sea corto le puede valer. En el fracaso, generalmente cuando el toro no se presta a lucimiento, el torero que lo es con personalidad y a todo trance, despliega su torería.A las figuras de hoy les falta torería y seguramente les falta también personalidad. Lo hacíamos notar a raíz de la corrida celebrada el lunes en Alcalá. Porque el toro no sirve para los dos pases (o ellos piensan que no sirve), resuelven abreviar. Desconocen el toreo de recurso, tanto para el adorno como para el castigo. Recordábamos al maestro Antonio Bienvenida, auténtica enciclopedia taurina viviente, que si en las tardes de gloria desplegaba un riquísimo repertorio de arte en las que el santo se le volvía de espaldas, por la dificultad o incomodidad del toro, no eludía el toreo de capa, a la verónica, ni por supuesto la brega: cuidaba de la lidia, y para su mejor fin, del perfecto ordenen el ruedo; los toros se picaban por derecho: la suerte de banderillas se hacía en el terreno adecuado y con perfecta colocación de peones y matadores; en el último tercio la faena era acoplada a las condiciones de bravura. temperamento y querencias de la res con distinto repertorio, unas veces de pases eficaces para el dominio, otras de adorno. Su actuación podía no concluir brillante pero tenía siempre el aroma propio de la torería, constituía una lección que el público seguía con interés, aunque al final se enfadara y hubiese bronca porque creía que el maestro podía haber hecho más y mejores cosas.

Y no sólo Bienvenida. En la década de los años sesenta, no digamos en la de los cincuenta, aún estaba en activo un plantel de toreros con personalidad definida y recursos, que sabían estar lucidos sin necesidad de cuajar los consabidos dos pases en serie y que en sus menos brillantes actuaciones jamás daban sensación de incapacidad (aunque pudieran darla de precauciones) ante las dificultades del toro.

Los del otro día en Alcalá, en general casi todas las figuras de hoy, si no van a montar su faena, sencillamente porque no pueden (los toreros siempre quisieran estar bien), hacen signos negativos con la cabeza, devuelven la espadita de madera y con la de verdad, por primera vez a lo largo del trasteo. vuelven al toro exclusivamente para cuadrarle o a lo sumo para darle dos molinetes, que es el colmo de la variedad en el paupérrimo repertorio que hoy se lleva. Dan la sensación de aburridos, a su vez aburren.

La corrida de toros siempre fue buena o fue mala, a veces hasta de desastre, pero jamás aburrida. Es aburrida hoy, con estas figuras que ya no son artistas sino artesanos, en tantos casos grandes toreros en potencia pero que por los usos comerciales y las conveniencias se han convertido en personal de plantilla de los exclusivistas.

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