_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ciencias "duras" y ciencias "blandas"

Una de las cosas que más llaman la atención al reflexionar sobre España desde el extranjero, es el pobre desarrollo de las ciencias sociales y, en concreto, de la Politología. En nuestros medios científicos, como en los de algunos otros países, estas ciencias son consideradas «ciencias blandas» sin el mismo rigor científico que las «ciencias duras» (Matemáticas, Física, Química y, en menor grado, las ciencias biológicas). Los argumentos para discriminar así a las ciencias de la sociedad se basan en un doble apoyo: su supuesta falta de exactitud y su incapacidad para predecir con certeza. Los grandes avances en el estudio del comportamiento humano (individual y colectivo) son considerados interesantes e, incluso, beneficiosos, pero nunca rigurosamente científicos.El método científico siempre avanza mediante el lanzamiento de sucesivos paradigmas teóricos que intentan explicar la realidad. A continuación, una legión de investigadores somete a test la validez de dichos paradigmas, mediante comprobaciones sucesivas. En el fondo, lo que el grupo humano intenta hacer con esto no es sino captar el mundo objetivo y establecer sus regularidades. En otras palabras, ordenar el caos que se le presenta ante sus ojos y que siente dentro de sí. Todo esfuerzo científico parte de un consensus universal: la existencia de regularidades en el objeto de estudio permite el descubrimiento de leyes que las enuncien. Si estuviéramos convencidos de que el universo existe de una forma caótica absoluta sin someternos a ninguna pauta ni regularidad, la actividad científica no tendría objeto. ¿Qué podríamos explicarnos?

Más información
Los españoles tienen un gran conflicto con la autoridad

Albert Einstein, en un discurso inaugural ante la Academia Prusiana de Ciencias (1914), reconocía lúcidamente la base perceptiva de estos principios axiomáticos y con ellos, pues, de todo el edificio de la Ciencia:

«El método de todo creador teórico incluye la utilización, como base, de postulados generales o «principios», de los cuales él extrae sus consecuencia. Así, su trabajo queda dividido en dos partes. Primero, tiene que conseguir sus propios postulados, y, después, extraer las conclusiones que se siguen de ellos.» (1).

Un grupo de investigadores norteamericanos, compuesto de psicólogos y antropólogos y dirigido por los profesores Segall, Campbell y Herskovits, descubría en 1966 que «los procesos básicos de percepción son los mismos para toda la humanidad. Unicamente varían sus contenidos, porque reflejan los diferentes hábitos de inferencia perceptiva» (2). Si esto es así, Ciencia y Cultura quedan en la concepción de Einstein en clara y estrecha relación. La Ciencia es una realidad de grupo, una realidad política en su sentido griego.

Cuando se reflexiona críticamente sobre la Ciencia, la tradicional diferencia entre unas ciencias y otras resulta ser una pobre tergiversación sin base real y consecuencia de una gran rigidez social. En todas ellas, la elaboración de una teoría es indispensable para la existencia de una escuela científica. Trabajo teórico y trabajo experimental son actividades afines y coordinadas; y nunca de la simple manipulación empírica puede, surgir el saber teórico. Más bien es la teórica rigurosa la que, producto de la reflexión y el análisis, abre grandes vías de experimentación a la ciencia empírica. Einstein, Freud, Marx produjeron en solitario teorías que han fermentado en explosiones investigadoras.

Detrás de ellos, miles de científicos han trabajado para verificar sus deducciones teóricas e, incluso, completar sus sistemas.

Parece ser bastante común el atribuir la pobreza investigadora española a la falta de dinero que la financie. En mi opinión, esto es un grave error. Si la investigación no existe sin trabajo teórico, el dinero que deba protegerla no sólo deberá fomentar la construcción de laboratorios o la realización de grandes proyectos empíricos, sino que tendría que alentar y proteger a toda esa gran masa de jóvenes que se sienten atraidos por la creación teórica y por la búsqueda de nuevos paradigmas. Unicamente en un caldo de cultivo de criterio amplio, de un ambiente nacional de auténtica líbertad, puede intentarse que surjan geniales herejes. Sin ellos no habrá nuevas puertas abiertas ni saltos de nivel en nuestra Ciencia. Sin teoría nueva no puede haber muchos descubrimientos nuevos y sólo se puede ir al arrastre de saberes caducados.

Las raíces de la creatividad de la Ciencia calan muy hondo en el grupo social total y llegan hasta la verdad política del país. Las ideologías reaccionarias y conservadoras, que casi siempre proclaman su admiración por la Ciencia, con frecuencia pretenden soluciones aparatosas y centran todos los males de la Ciencia nacional en la falta de dinero. Dinero a invertir, cuando lo hay, en edificios costosos, instalaciones lujosas, maquinaria sofisticada, todo siempre muy caro y en muchos casos con derroche. Sospechosamente, no se habla de eliminar trabas a las personas ni de bibliotecas de verdad. Es la Ciencia de las bibliotecas de juguete.

Mediante esta actitud se elude el afrontar el verdadero y grave problema de la falta de creatividad de la Ciencia de un país y se ponen las soluciones posibles tan difíciles que quedan justificadas todas las incapicidades. Se trata de un derrotismo demagógico muy dañino para la salud mental colectiva.

(1) «Essays in Science», New York: Philosophical Library. P. 7.

(2) «The influence of Cultura on Visual Perception.» Indianápolis: The Bobs-Merrill Company, 1966. P. 214.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_