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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Casos que se olvidan

PARA la opinión pública española, el asesinato del almirante Carrero es un acontecimiento todavía sin explicar. Las circunstancias del magnicidio, sus autores y sus móviles son elementos todavía sub judice, y no cabe hoy, por tanto, el contraste abierto sobre la materia. Pero algún día los españoles necesitarán saber lo que pasó.El pasado 23 de julio fue secuestrado en territorio francés el dirigente de ETA Eduardo Moreno, más conocido por «Pertur». A un mes cumplido de su desaparición la ausencia de noticias mantiene la angustia de sus familiares y abona toda clase de especulaciones. El activista secuestrado abogaba últimamente, según recientes referencias, para que ETA abandonara la lucha armada y se convirtiera en un partido político convencional. Hoy, la falta de datos apaga el eco periodístico del secuestro.

Hay temas de grave contenido y excepcional interés amenazados por el olvido. «Pertur» es el caso más reciente. Aún más largo silencio ha sepultado el paradero de dos policías españoles desaparecidos tras cruzar la frontera de Hendaya, sin olvidar a los tres jóvenes gallegos que corrieron idéntica suerte hace casi dos años.

Los casos citados deben ser ejemplarizantes y recordamos lo que puede ocurrir cuando la política se convierte en barbarie o la justicia en ajuste de cuentas.

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No finaliza aquí la lista de los hechos olvidados. La sociedad tiene derecho y necesidad de saber quiénes fueron los agresores del director de la revista Doblón (primer intento de coaccionar por vía de amenaza mortal a la prensa española), quiénes mataron y por qué al presidente del club de fútbol de Málaga, quiénes perpetraron el atentado de la calle del Correo, cómo se produjeron los sucesos sangrientos de Vitoria y los de Montejurra. La traca inicial es conocida: grandes voces públicas aseguran que se exigirán responsabilidades hasta el final. Luego la espera de la opinión pública se diluye lentamente en el silencio y el tiempo.

La respetabilidad de los pueblos y de los Estados guarda una proporción inversa con el número de misterios por desvelar. Las primeras desapariciones de discrepantes políticos quebraron la credibilidad de Stalin ya en 1925. La muerte de Mateotti rompió para siempre el crédito de Mussolini. El rocambolesco incendio del Reichtag mostró a las claras, en su comienzo, el espíritu de convivencia del régimen nazi. El asesinato de John Kennedy y, el de quienes pudieran explicarlo mantienen en la inseguridad a millones de norteamericanos.

Toda sociedad moderna padece un cierto índice de patología y extremismo. A pesar de lo cual, las naciones civilizadas se llaman así, entre otras razones, porque son capaces de descifrar y publicar la clave última de los atentados misteriosos.

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