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Reportaje:

Por una mejor justicia distributiva internacional

En los quince años que tiene de existencia, el movimiento de países no alineados ha ganado en amplitud -para extenderse a prácticamente todo el mundo subdesarrollado- y en concreción de sus objetivos. Su principal debilidad, hoy como en 1961 es no haber podido esa concordancia de intereses en la correspondiente capacidad persuasiva con respecto a los países industrializados.A medida que las reivindicaciones y demandas se han concretado, se ha vigorizado la oposición a ellas de los «ricos». Los no alineados, salvo excepciones, han superado la época declamatoria de los inicios esperanzados y se esfuerzan por unificar cuantos medios coercitivos encuentran a su disposición. A la fuerza, que impera en la práctica real de las relaciones internacionales del presente, proponen responder con argumentos igualmente compulsivos.

Hace quince años, el presidente yugoslavo, Tito, decía ante 25 jefes de Estado congregados en Belgrado que «el objetivo es hacer que las grandes potencias se den cuenta de que el destino del mundo no puede estar solamente en sus manos».

La crisis de Berlín, la reanudación de las experiencias nucleares por, parte de la URSS el mismo mes de septiembre de 1961, días antes de la inauguración de la primera cumbre, hacían proclamar al primer ministro hindú, Nehru, que «la amenaza de guerra es tan grave que relega a segundo plano todos los otros temas».

El no alineamiento surgía como una tercera vía entre las aspiraciones hegemónicas de los dos grandes bloques, como consecuencia del deseo de un grupo de países de sustraerse a los conflictos entre supergrandes.

Ricos y pobres

Cuando tiene lugar la segunda cumbre de no alineados en El Cairo (octubre de 1964), una gran parte de los países de Africa y Asia han llegado a la independencia. Es entonces cuando el presidente Nasser habla por primera vez de la «terrible disparidad entre ricos y pobres», y de la necesidad de aumentar los precios de las materias primas «fuente principal de ingresos de los Estados subdesarrollados ».

El presidente Tito, en solidaridad con la posición de Nasser, recomienda la institucionalización de un «sistema mundial de ayuda incondicional a los países independientes, la inversión en proyectos para el desarrollo de las cantidades dedicadas a armamentos, y la cooperación entre los no alineados».

Todo quedará en una proclamación de intenciones. Sin embargo, la inclinación que empieza a manifestarse por los temas económicos va a permitir que en la próxima cumbre de Lusaka en 1970 se elabore una carta del no alineamiento, definido ahora como «parte integrante de tos cambios de la presente estructura de la comunidad internacional, y que se señale «la deuda moral de los países industrializados», invitados a invertir un 1 por 100 de su producto nacional bruto en el mundo subdesarrollado.

Por primera vez, en Lusaka también se pone en tela de juicio el monopolio sobre la información de las grandes agencias de prensa y periódicos occidentales. El presidente Kaunda actúa contra una veintena de periodistas que habían acudido a cubrir la III Cumbre. La conferencia que tiene lugar en estos días en Colombo deberá ratificar un proyecto de creación de una agencia de noticias común para los países no alineados, sugerida por el comité ejecutivo hace un mes.

Controversia con la URSS

En 1970, sin embargo, el no alineamiento está parcialmente paralizado por la guerra en el sudeste asiático, y preocupado por la evolución del racismo en el cono sur africano y la ayuda a los movimientos de liberación, entre ellos los de las colonias portuguesas. La URSS, que hasta entonces había pretendido capitalizar los grandes movimientos tercermundistas, comienza a ser distanciada de éstos.

La controversia más importante se produce en 1973, con motivo de la IV Cumbre de Argel, que bajo la inspiración argelina le va a dar su actual contenido economicista al no alineamiento. El ministro argelino Abdelazlz Buteflika define los objetivos del no alineamiento en abril de 1.973 como «la lucha por la independencia económica, cooperación sobre la base de la Igualdad, y democratización de las relaciones entre ricos y pobres», una división esta última que le dará color final al paquete reivindicativo.

Inmediatamente, Breznev envió un mensaje a la conferencia para reiterar que «la URSS siempre favoreció la cooperación fructífera con todos los Estados del tercer mundo», pero rectificando al ministro argelino y declarando que «la división principal hoy no es entre grandes y pequeños, ni ricos ni pobres, sino entre el socialismo, progreso y paz, y el Imperialismo, colonialismo y reacción».

Los soviéticos se sienten molestos porque las tesis argelinas, adoptadas por los no alineados, parecen darle la razón a China, que ha proclamado nítidamente la división del mundo entre ricos y pobres. Buteflika, después de gestiones discretas de un país socialista, admite que «la URSS es aliado objetivo del tercer múndo» y, «por tanto, no equiparable al imperialismo», pero ratifica que «los intereses del tercer mundo no coinciden necesariamente con los de la URSS-».

Hacia una mejor justicia internacional

En la Conferencia de Argel se formulan nuevas recomendaciones, que serán la base de la estrategia futura: creación de un banco para el desarrollo; reforma del Fondo Monetario Internacional; constitución de reservas de alimentos para evitar las hambrinas; revisión del contenido de la conferencia de la ONU para comercio y desarrollo (CNUCED), elaboración de un código de conducta para las transnacionales y multinacionales; organización de una conferencia mundial sobre los precios de las materias primas.

La guerra árabe-israelí de octubre de 1973, y el embargo sobre los suministros de petróleo a Europa, decretado por los árabes, permite concretar una experiencia que se sugiere aplicable a todas las materias primas.

Los países industrializados se han ilusionado demasiado pronto con las divisiones-reales-políticas que existen entre los no alineados, que ya surgieron en la Conferencia de Argel, y que reaparecen hoy en Colombo, tal vez más numerosas.

Muchos de estos países forman parte en realidad de pactos militares o económicos dependientes de, alguna de las grandes potencias. Las diferencias entre Egipto y Libia, Argelia y Marruecos, India y Pakistán, son grandes. Los hay ricos, como los productores árabes de petróleo, y pobrísimos como los del Sahel africano. Todos tienen un denominador común, el subdesarrollo, que es independiente de la riqueza.

El hecho de que Rumania, Yugoslavia, Suiza, Finlandia y Suecia se interesen por los no alineados, parece indicar que éstos no sólo no están en retroceso, sino que pueden ofrecerle algo a Estados incluidos dentro de bloques determinados, pero que alimentan una cierta aspiración de independencia.

La reestructuración del comercio internacional y la defensa de los precios de las materias primas son ya, a pesar de las diferencias políticas de los reunidos en Colombo, una clara aspiración. No se trata de una opción coyuntural. En las reuniones internacionales, desde el Grupo de los 77, a la CNUCED, la Conferencia Norte-Sur, y la FAO, todas las discusiones giran en torno al mismo tema: una mayor justicia distributiva a escala internacional.

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