Los laboristas escoceses ponen en peligro al Gobierno Callaghan
Dos diputados del Partido Laborista escocés han retirado su apoyo parlamentario al Gabinete de Callaghan, «como protesta por sus medidas conservadoras».De este modo, el Gobierno se queda en el Parlamento con 314 votos, uno más que los que mantiene la oposición tradicional. Los dos votos escoceses, que siempre se iban con los de los laboristas británicos, pueden decidir a partir de ahora la suerte de la actual Administración.
La decisión de los dos parlamentarios se ha producido después de que el ministro de Hacienda anunciara una reducción de mil millones de libras en el gasto público. Es la primera consecuencia política de la medida más impopular que hasta el momento ha tomado el Gobierno.El recorte tiene lugar en contra de los deseos de amplios sectores del Partido Laborista, dentro y fuera del Parlamento. Asimismo, contradice una política de inversiones públicas, que el laborismo había considerado esencial desde hace por lo menos treinta años. De todos modos, los laboristas situados más a la izquierda, han guardado una actitud de conformidad ante el anuncio de las reducciones, después de las advertencias de Callaghan sobre la posibilidad de convocar elecciones generales si no aceptaban de buen grado estas medidas económicas.
La rebeldía de los escoceses ha precipitado las cosas. Los dos diputados que han hecho efectivo su desacuerdo, son James Sillars, y John Robertson, que se separaron formalmente del Partido Laborista británico hace un año, para integrarse en el Partido Laborista escocés. Su protesta entonces fue contra la tesis oficial laborista acerca del tema de la devolución de poderes parlamentarios para Escocia.
Al formar su propio Partido Laborista nacional, ellos querían implementar la devolución de poderes económicos para la proyectada Asamblea escocesa. En ese aspecto, el Partido Laborista «de Londres» adopta una cautelosa posición, para salvaguardar el petróleo del mar del Norte y otros recursos, que seguirían siendo controlados por Inglaterra en el supuesto de que la devolución tomara cuerpo.
En aquella ocasión, los dos diputados continuaron obedeciendo la disciplina parlamentaria laborista, lo cual supuso un respiro para el Gobierno, en mayoría muy reducida desde que ganó las elecciones de Octubre de 1974.
Ahora la ruptura ha sido total. Los escoceses, que han optado por dejar desmantelada a la Administración, dicen que ellos no ven diferencia alguna entre la política económica seguida primero por Wilson y luego por Callaghan y la estrategia perseguida de 1970 a 1974 por el Gobierno conservador de Heath, Thatcher y Joseph.
«El de Callaghan es un gobierno laborista-conservador que no se merece el apoyo de los socialistas», ha dicho James Sillars. Los dos diputados son conscientes de que su postura puede llevar al país a unas elecciones generales. Ante esa perspectiva, han dicho: «Creemos que eso es lo que le conviene ahora a Escocia, que de todos modos iba a sacar el mismo provecho de este Gobierno que de un Gobierno conservador.»
Para concretar su protesta, los dos parlamentarios escoceses se proponen votar en contra del Gobierno en cualquier votación de confianza que tenga lugar.
Tal como están las cosas en los Comunes, con un Gabinete en guerra contra la oposición y contra sus propios partidarios, la solicitud de un voto de confianza no parece improbable. Un fracaso en una votación de esa clase conduciría a la convocatoria de elecciones generales.
Ante estas amenazas, Callaghan se ha mostrado impertérrito. Ayer en una reunión en la que participaban laboristas opuestos a las medidas que han causado esta controversia, dijo que el Gobierno seguirá adelante con la reducción del gasto público, «porque es la única manera de recuperar la confianza exterior». El Banco de Inglaterra ha pedido ya demasiado dinero prestado y no conseguirá ningún préstamo más para sostener la libra esterlina si el gasto público no se recorta.
De todos modos, no está claro que en el extranjero se hayan contentado con aquellos recortes, porque la libra sigue inestable. Con la decisión de los escoceses de abandonar la disciplina parlamentaria laborista, cobra una mayor significación lo que el jefe del grupo Tribunes (ala izquierda del laborismo) dijo cuando el ministro de Hacienda anunció la reducción del gasto: «El Gobierno -afirmó- ha intentado recuperar así la confianza internacional. En ese intento ha perdido una confianza aún más importante: la de los laboristas que viven en este país» .
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