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Divergencias entre gaullistas y giscardianos

La debilidad del franco francés, «imagen de la economía», las divergencias profundas en el seno de la mayoría gubernamental entre gaullistas y giscardianos, que se manifestaron abiertamente las últimas semanas hasta llegar a una confrontación «grave» entre el presidente, Giscard, y el primer ministro, Chirac, líder de los gaullistas: todos estos elementos, de dos días a esta parte; cristalizaron en dos «bombas». Una de ellas fue la publicación de sondeos de los dos institutos de la opinión pública, según los cuales «la mayoría gubernamental se descompone, en beneficio de la izquierda». La otra «bomba» explotó ayer en la primera página del diario conservador Le Figaro, lanzada por el más puritano de los gaullistas, Michel Debré. El título de su meditación sobre el panorama político galo lo decía todo: «La inflación conduce a la dictadura».Los sondeos aludidos no han hecho más que confirmar los rumores y especulaciones que corrían en los círculos políticos de la capital de quince días a esta parte, como consecuencia del artículo de Debré. En efecto, según informes seguros, la «bomba» Debré era conocida entre la clase política y fue la que provocó las quinielas sobre el futuro político inmediato: Chaban Delmas, Debré y otros gaullistas podrían volver al Gobierno como consecuencia de una reestructuración profunda que acarrearía la caída del primer ministro, Chirac, a quien podrían sustituir la señora Simone Veil, actual ministro de la Salud, o el señor Barre, ministro del Comercio Exterior.

Un alto funcionario, muy próximo a las esferas gubernamentales, a propósito de rumores tan espectaculares declaró ayer a EL PAIS: «Es muy posible, por no decir seguro, que a finales de septiembre o primeros de octubre se produzca una crisis gubernamental. Ahora bien, no me parece verosímil la caída de Chirac, con quien el presidente, días pasados, a la hora de su encuentro en el fuerte de Bregancon, se comprometió de manera pública y clara. Por otra parte, tampoco conviene dar mucha importancia a la posibilidad del retorno de Chaban y Debré. En todo caso, no sería deseable que volvieran». Es de anotar que el alto funcionario en cuestión, giscardiano, con su opinión, parece quiso dejar entender que la «guerra» a muerte entre el gaullismo y los partidarios del presidente no se ha apaciguado, sino lo contrario, y este elemento no se descarta como uno de los motivos de «descomposición» de la derecha que gobierna.

Una parte del electorado gaullista, a la izquierda

El elemento de juicio aportado por los sondeos parece que se está pasando con cautela en el seno de la mayoría y, mucho más, en el Elíseo. Todo indica, según estos testimonios, que una parte del electorado gaullista, en su mente y en espera de las próximas elecciones, ya se ha pasado a la izquierda. El partido que se beneficiaría sería el socialista. En el mismo sentido, el señor Mitterrand sigue aumentando en consideración para los franceses, mientras el señor Chirac, entre el electorado de su partido, UDR, ha perdido diez puntos. Incluso el señor Marchais, secretario general del Partido Comunista, gana en popularidad. El 55 por 100 de los franceses, según los mismos sondeos, se manifestaron partidarios o indiferentes ante la eventual participación del Partido Comunista en el poder. De manera global, las dos encuestas revelaron que la mayoría de «los franceses no creen en la política reformista de Giscard». El malestar se atribuye a causas diversas: para los gaullistas, «la falta de proyecto nacional y el proamericanismo de Giscard» son imperdonables, y en los herederos «puros» del general De Gaulle reaviva nostalgias de grandeur y de independencia nacional.Para el giscardismo, favorable a la política del presidente, el drama sigue siendo la falta de base popular. Todos los esfuerzos electoralistas de los republicanos independientes (partido de Giscard), de los centristas que giran en torno al señor Lecanuet y de los radicales tradicionales, parecen infructuosos hasta la fecha. Como la bipolarización política entre derechas e izquierdas, en Francia y en Europa Occidental, se plantea cada día de manera más nítida, todo partido sin base popular está abocado al fracaso.

No faltan observadores políticos para pensar que «el canciller alemán, al revelar el acuerdo de Puerto Rico contra la participación de los comunistas en el Gobierno italiano, pensaba también, muy particularmente, en la fuga de los electores franceses hacia la izquierda».

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