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Precisiones sobre el panorama catalán

El esbozo del panorama político catalán que intenté en un artículo reciente, exige, como es natural, unas mayores precisiones que sólo pueden resultar de los hechos nuevos que se produzcan y frente a los cuales cada uno de los partidos o de los grupos que entre ellos se formen, expongan con mayor claridad y mediante afirmaciones ideológicas o programáticas su verdadero sentido. Parece que esta línea ha sido ya iniciada, por lo menos en un aspecto que no deja de ser curioso. De todos es sabido que el partido mayoritario catalán fue, cuarenta y tantos años atrás, la Esquerra Republicana de Calalunya. Hoy el título y el sentido de ese partido han sido recogidos por un grupo de antiguos militantes que se proponen hacerlo revivir públicamente. Pero, según se dice, tropiezan con una dificultad. Fue la i squerra una de las fuerzas que más contribuyeron a la venida de la República, y ello hace totalmente lógico que se denominara Esquerra Republicana. Pero hoy el problema de la república no aparece, por lo menos en primer término, entre los que han de ser objeto de próximo debate. Y parece que por ello los dirigentes de esa Esquerra preferirían que su sentido republicano no apareciera como un propósito inicial del partido y que efectúan gestiones para ver de llegar, mediante un congreso, a alguna modificación en el título. Creo que la decisión que sea tomada, y aún el simple planteamiento del problema, tienen interés para el acercamiento a aquellas precisiones a que me refería.También lo es la publicación de un libro de Jordi Pujol que contiene las conferencias que ha dado en diversos lugares de Catalunya desde hace más de un año. Lo es por su contenido, pero a la vez porque en él queda muy patente algo que caracteriza a los partidos catalanes en general. Salvando quizá algunos grupos situados en los dos extremos, coinciden todos ellos en un aspecto esencial, tanto si son liberales como socialdemócratas, socialistas o aún comunistas, contienen todos ellos como aspecto esencial en su programa el restablecimiento de la personalidad autónoma de Catalunya. Una personalidad que nos potencie como personas y como pueblo. Y el lo les proporciona -como se ha visto en la Assemblea y en el Consell- una base para la convivencia humana, para el trato y el pacto, y aún, en muchos momentos, para acercarse a la posibilidad de coincidencias más concretas, basadas en nuestra voluntad de ser, que subraya ya hace años Jaume Vicens i Vives, cuando Pujol estima necesaria la actividad política y, para ella, la formación de partidos amplios pero definidos, «de gran capacidad de encuadramiento, con voluntad mayoritaria y mentalidad de Gobierno» -es decir, lo contrario de los partidos de simple protesta-, plantea una cuestión esencial. Y partiendo de que la voluntad democrática pesa tradicionalmente. muchísimo en Catalunya, pueden nacer -y nacen- partidos liberales, democristianos, socialdemócratas, socialistas o del color que sean, pero todos ellos parten de la premisa inicial que es la voluntad de obtener una Catalunya con personalidad propia. A tal efecto, Jordi Pujol recuerda que el estatuto de 1932 era muy poca cosa, muy incompleto y defectuoso, pero que el valor que tuvo en la práctica y tiene en el recuerdo de los catalanes, más que en su contenido, que en su texto, consiste en el hecho de que el país tuvo consciencia de sentirse políticamente reconocido. Viví aquellos momentos, y estimo exacta la apreciación de Pujol. Hay que mejorar en muchos aspectos aquel texto -uno de ellos, la hacienda-, pero lo esencial para cualquier solución sera siempre que contenga ese reconocimiento de una personalidad colectiva que, después de tantos años de silencio obligado, reaparece intacta y más consciente que nunca.

La mayor parte de los hombres que hoy aparecen en primer término, y que pertenecen -aun dejando aparte a los viejos como yo-, a dos generaciones distintas, conocen la situación y la vida actual de Catalunya porque la han vivido. Cada cual, se entiende, desde su punto de vista, pero siempre cerca de la realidad, por ello es posible contar con partidos de verdad. El mismo Pujol decía en una de sus conferencias que se sentía cerca de lo que en otras de la misma serie habían dicho Cañellas y Pallach. Ello abre el paso a partidos amplios y a coaliciones.

Es de esperar que en el campo socialista se producirán unas reacciones análogas, y que serán superados -en la forma que sea-, los incidentes recientes sobre el derecho a la titularidad socialista, confío que, en este aspecto, no tardarán en aparecer -mediante congresos de partido o por la fuerza de los hechos- nuevas precisiones que completarán aquellas otras a las quehoy he comenzado a poderme referir. No olvido que, hace diez años, Julian Marías, en unos artículos que dieron mucho que hablar -y sobre los cuales hablé e inclusive escribí un libro-, reconocía que el caso de Cataluña era, dentro de España, un caso único por ello, la solución de tal caso no depende de que se establezcan sistemas de descentralización y de regionalizacíón. Un caso único significa siempre un caso distinto. Jordi Pujol, en su libro, esboza un programa político. Pero cuando se refiere a lo que trad icio nalin ente ha venido llamándose el problema catalán, lo plantea como lo haría cualquier otro partido realmente catalán. Se trata de un reconocimiento, de reconocer una realidad y de darle la forma política que como tal realidad exige. Esto, y no otra cosa, es lo que esperamos.

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