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El almirante francés Sanguinetti, separado de las Fuerzas Armadas

«La República confiere supremacía al poder político sobre la autoridad militar», declaró ayer, en el Consejo de Ministros, el presidente de la República, Giscard d'Estaing, para justificar la exclusión de la Marina, del vicealmirante Antoine Sanguinetti, hermano del conocido líder gaullista. Esta iniciativa no causó sorpresa, porque se esperaba, a causa de las críticas constantes de Sanguinetti contra la política de defensa elaborada por el Gobierno. Pero inmediatamente dio lugar a comentarios apasionados en la clase política y en los medios militares, porque la decisión del presidente acentúa la política sin contemplaciones contra todo aquél que, en el Ejército, se manifieste al margen de las normas oficiales. Por otra parte, los problemas planteados por Sanguinetti se consideraron muy seriamente y dieron lugar a tomas de conciencia en las Fuerzas Armadas que pudieran acarrear consecuencias. En menos de tres años, cuatro generales siguieron el mismo camino que Sanguinetti.

El conflicto de la verdad y la reserva

Según el presidente de la República, un oficial general no tiene derecho a emitir críticas contra la política de defensa de la nación y, al mismo tiempo, conservar su puesto. Sanguinetti, en una de sus manifestaciones, que se repitieron los últimos dos años en la prensa o en conferencias públicas, defendía lo contrario: «El deber de la verdad está por encima del deber de la reserva», incluso en materia de defensa nacional.Sus ataques a la estrategia gubernamental de defensa abarcaban varios capítulos: acercamiento a la Alianza Atlántica derroche de dinero, incoherencia, falta de credibilidad. Pero lo que probablemente indignó a las autoridades civiles fueron sus manifestaciones, en la casa de cultura de Amiens, el mes pasado de junio. En esta ocasión, Sanguinetti no ocultó sus sospecha «graves» a propósito de la estrategia militar del Gobierno.

Según dichas «sospechas», el poder político pretende utilizar el Ejército para el mantenimiento del orden interior. Y de aquí se desprende «una organización de desastre económico». Sanguinetti, sobre este último punto, recordó que las nuevas divisiones ligeras fueron instaladas en regiones como la de Burdeos, la de Lyon, la de Sureste y la del Suroeste. «Puede haber sido por casualidad -observó-, pero en estas regiones es en donde el Gobierno obtuvo malos resultados durante las últimas elecciones cantonales.» De lo «sospechado» por Sanguinetti a pensar que el poder estaría dispuesto a usar el Ejército en caso de derrota de la derecha, no hay más que un paso, franqueado por algunos sectores de la opinión.

Sanguinetti, que declaró no ser el único general que piensa así en el ejército francés, se dispone a seguir luchando «por la no politización del Ejército, es decir, por que no se le utilice con fines de política interior». Cuando hace algunas semanas el Gobierno anunció la reforma de la defensa militar, para los próximos seis años, muchos comentaristas, a la vista de la revalorización del armamento clásico, ya pensaron que el Gobierno no sólo operaba en función de eventuales ataques del exterior contra Francia, sino en «posibles batallas interiores».

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