Gran Bretaña pide un trato de excepción al Mercado Común
Gran Bretaña e Islandia han decidido reanudar sus relaciones diplomáticas, después del acuerdo alcanzado por ambos aliados de la OTAN para acabar con la «guerra del bacalao». Habían roto sus relaciones en febrero de este año, cuando la disputa se hizo más violenta. Desde entonces, Francia y Noruega han representado ante Reijkiavik y Londres, respectivamente, los intereses de las naciones implicadas.La bonanza diplomática no ha servido para calmar a los pescadores ingleses, que se consideran muy dañados por el acuerdo alcanzado anteayer en Oslo. En especial, culpan a la OTAN de inmiscuirse en las discusiones y de forzar un tratado que hará perder cerca de 10.000 puestos de trabajo a la industria pesquera británica. A partir del próximo fin de semana, 60 rastreadores ingleses tendrán que abandonar el mar, porque sus aparejos están preparados sólo par2l. pescar en las aguas que ahora domina fundamentalmente Islandia. Gran Bretaña, según el acuerdo de Oslo, perderá 100.000 toneladas de pescado este año.
El Gobierno de Londres espera ahora que los países del Mercado Común, al que pertenece Gran Bretaña, reconsideren los acuerdos existentes sobre derechos pesqueros. Al integrarse. en la Comunidad, los ingleses aceptaron que sus aguas fueran surcadas libremente por todos los países de la CEE, siempre más allá de las seis millas marinas.
Pérdidas
Gran Bretaña trata de negociar en Bruselas un trato de excepción que coloque el límite anterior mucho más lejos. Algunos han pedido incluso que se cierre el cerco, para los restantes países comunitarios, en las 100 millas. Pero, como ha dicho el ministro encargado de llevar adelante estas conversaciones, una concesión de ese calibre es impensable. El argumento británico, apoyado en este momento por su retirada parcial de las aguas de Islandia, se basa en que ahora su comercio pesquero ha de depender de lo que hay alrededor de sus costas.
Londres pretende que sus derechos exclusivos de pesca lleguen al menos hasta 50 millas a la redonda. Islandia ha luchado por preservar la pesca, de la que depende casi exclusivamente. Ha utilizado argumentos nacionalistas y una tozudez que finalmente le dio la victoria. Ayer decía un comentarista de The Times que Gran Bretaña parece haber aprendido la lección y empieza a adoptar parecida actitud para mantener lejos de sus aguas a los ocho restantes países de la Comunidad Económica Europea. Tranquilizada la OTAN con la normalización de las relaciones diplomáticas Islandia-Gran Bretaña, surge una nueva lucha: la del Gobierno de Londres contra los legisladores de Bruselas. Quizá sea el principal debate que los haya separado desde que Gran Bretaña refrendó su permanencia en el Mercado Común, hace ahora justamente un año. Crosland, el ministro de Exteriores, dice que confía en que los ingleses ganen la batalla.
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