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Crítica:Música ligera
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cat Stevens: un ídolo en decadencia

Sudorosos e incómodos en improvisadas sillas plegables, hacinados en un local a todas luces insuficiente, casi cinco mil aficionados madrileños gozaron del más que dudoso placer de contemplar, en vivo, al que fuera hace escasamente dos años uno de los máximos renovadores de la canción popular anglosajona, mediante una fórmula personal y al mismo tiempo abierta a todas las corrientes. Cat Stevens con una pierna escayolada y un montaje escénico que superaba las cincuenta toneladas de peso ofreció una mediocre actuación, plagada de clichés de music-hall, género en el que parece moverse, últimamente este cantante-autor que atraviesa sin duda uno de los peores momentos de su carrera.Lo peor, a juzgar por los resultados de su actuación en vivo, es que el público, que siguió a Stevens en sus mejores momentos creativos, sigue respondiendo con idéntica fuerza en esta nueva etapa, con la que la reiteración y la falta de imaginación se alzan como características más importantes.

No parece que el recreador de aquella balada galesa «Morning has broken», ni el suave compositor de «moon shadow», o el músico casi mediterráneo que con cuerdas de salterio compusiera aquel «You be my love» cargado de suaves síncopes y encendidas notas de sabor griego, fuera capaz ahora de remozar la peana conseguida por estos títulos o por los que se incluyen en su largo «Catch Bull». Ni siquiera el candor naif que preside la ilustración de tantos de sus discos apareció un ápice en su show artificioso, no feliz, de la noche pasada.

Con una cuidada escenografía de cabaret y con el apoyo de un eficiente conjunto de orquesta, Cat Stevens se limitó en su actuación madrileña a pasar revista de sus antiguos éxitos, salpicándolos, hábilmente, con sus nuevos temas, sensiblemente inferiores. El sonido standard de la instrumentación cubrió durante gran parte del recital la voz del solista que no logró dominar, ni vocal ni físicamente, el espectacular tinglado. En resumen, los aficionados madrileños tuvieron que contentarse con un más que discreto espectáculo de varietés al estilo de los grandes shows américanos, tipo Las Vegas. La estética general del recital no respondió en lo más mínimo a la imagen que, a lo largo de varios años de trabajo, se había forjado Cat Stevens, con una obra que influenció en su tiempo a numerosas promociones de cantantes de latitudes muy diferentes.

Capítulo aparte merece la organización del recital. La temperatura ambiente del Pabellón de Deportes del Real Madrid superaba los cuarenta grados y a pesar del elevado precio de las entradas, la visibilidad de numerosas localidades de pista era prácticamente nula. Para cerrar el tema de las deficiencias el sonido contó también con numerosos fallos.

Por otra parte, es necesario dejar constancia de que la reventa alcanzó cifras muy elevadas en fechas inmediatas, y muchos se quedaron sin ver al que casi todos han considerado como uno de los más sublimes magos de la música pop.

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