Primeros contactos judío-soviéticos en Washington
Un extraño e inesperado visitante tocó, hace unos días, el timbre de la embajada israelí en la capital de los Estados Unidos. Se trataba del primer secretario de la representación diplomática de la URSS, Serguey Tarasenko, uno de los más destacados expertos de la diplomacia soviética en los asuntos del Oriente Próximo. Tarasenko informó al jefe de seguridad de la embajada que venía, pura y simplemente, a hablar con algún diplomático, con cualquier diplomático judío, sobre «temas de interés mutuo». La intrusión del diplomático ruso causó gran sorpresa en la embajada. Moscú y Tel Aviv rompieron las relaciones diplomáticas en 1967. En principio, Tarasenko pisaba tierra... enemiga.
David Tourgeman, consejero de la embajada de Israel en Washington, declaró unos días después de este extraño episodio, que se entrevistó con el primer secretario de la representación diplomática rusa que sostuvieron una charla amistosa y que se habló de todo (o casi todo), menos de los famosos «temas de interés» que le abrieron la puerta a Tarasenko. Sin embargo, pocas horas después de la visita del soviético, el embajador israelí en Washington, Simcha Dinitz, fue recibido por un alto funcionario del Departamento de Estado.
USA, favorable
En todo caso, el portavoz del Departamento de Estado declaró el jueves pasado que los Estados Unidos eran partidarios de los contactos entre los países del Oriente Próximo y, por supuesto, de las relaciones entre Israel y la URSS, copresidente en la conferencia de paz de Ginebra. En realidad, los Estados Unidos no tienen razones para alegrarse: los soviéticos que durante años bloquearon las negociaciones de Ginebra, parecen dispuestos a monopolizar ahora las iniciativas de paz en la región. Es lo que se desprende de las conversaciones celebradas en los primeros días de mayo en Nueva York, entre los jefes de las delegaciones de la URSS, Jakob Malik y del Estado judío, Chaim Herzog. El embajador de Israel dirigió durante años el servicio de inteligencia militar de su país: es un estratega con pasaporte diplomático.Sin embargo, la cancillería de Tel Aviv no quiere aceptar las reglas del juego. En una nota hecha pública el jueves, el Gobierno informó que ningún diplomático judío podía relacionarse con oficiales soviéticos sin previa autorización de las autoridades israelíes.
Fuentes del Departamento de Estado informan que la diplomacia rusa prepara una gran ofensiva en Oriente Próximo.
Al parecer, los embajadores soviéticos en varios países árabes recomiendan la reanudación inmediata de la conferencia de Ginebra.
Por otra parte, los americanos creen que la visita de Kosyguin a Siria e Irak, la renovación del mandato de los «cascos azules», las negociaciones sobre la venta de armas a Jordania y el papel muy activo de los soviéticos en el Líbano reflejan un nuevo estadio de cosas: la URSS, que hizo todo lo posible para neutralizar la política de los «pequeños pasos» de Henry Kissinger, cuenta ahora con su propio plan de paz. Una paz que, sin duda alguna, debería favorecer los intereses soviéticos en la región. Otra mala jugada de Moscú, señor Kissinger.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.