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Lidiar es luchar

La corrida de Pablo Romero sacó a relucir los defectos, propios que han caracterizado siempre a los toros dé esta divisa: embestir con Ia cabeza a media altura, puntear a la salida los muletazos y acometer rápidos al menor descuido. Toros de cuño antiguo que necesitan una lidia adecuada a sus características. Bravos, pero no dóciles; con casta pero con genio, acometidas largas, pero dispuestos a revolverse en un palmo de terreno. Bravos Con el caballo, dejándose pegar a placer; empujando con fuerza sin cornear él peto ni intentar quitarse el palo.La lidia de totós con estas características es una auténtica pelea: mandarlos y templarlos sin que corneen el engaño; llevar el capote o la muleta lo más bajo posible con objeto de corregir el defecto de embestir a media altura; dejarles, en todo momento, empapados en la muleta sin darles posibilidad de arrancarse súbitamente. En resumen, estar presto y concentrado para salvar las acometidas, a veces peligrosas, inesperadas, de los toros con cuajo y edad.

Lidiar ha sido desde siempre preparar al toro, para la muerte. Ahora no sólo es prepararlos, sino hacerlo con el mayor lucimiento posible. Para eso tienen que tener en cuenta el público y el torero que, las faenas deben de ser cortas, hay que aprovechar las pocas arrancadas, más o menos claras, del toro y matarlos en su «sitio».

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