Crisis política y pacto social
La preocupación que por el pacto social sienten los empresarios españoles, es una preocupación muy reciente que indica hasta qué punto en este país las cosas pueden empezar a cambiar. Necesitan los empresarios, de una parte encontrar un instrumento de nuevo cuño para intentar superar la crisis de estancamiento que padece la economía española, y de otra, intentar despejar la incógnita política y sindical que, desde la muerte de Franco, figuta en los planes de desarrollo de las grandes empresas. Esta segpnda necesidad, de naturaleza rigurosamente política, habla bien claramente de que además de las razones económicas, que son las que los empresarios reconocen públicamente, hay otras razones, rigurosamente políticas, de las que apenas si se habla, pero que son las que fundamentalmente movilizan hoy a los empresarios en la búsqueda del pacto social como nuevo marco de las relaciones laborales en la empresa.La crisis del sistema político, exteriorizada tras la muerte de su fundador, ha hecho pensar y repensar a los sectores más inteligentes del empresariado español que, siendo irrepetible el mandato franquista, se hace preciso cambiar las actitudes empresariales ante las realidades sindicales y laborales del país. El factor que ha acelerado el proceso de concienciación política de los empresarios ha sido, sin duda el movimiento huelguístico iniciado en diciembre pasado. El más elemental de los análisis de estas huelgas permite afirmar que los trabajadores ni sienten placer haciendo huelgas, ni quieren hundir a las empresas, pero que no están dispuestos a ser los paganos de la crisis económica.
La falta de interlocutores válidos para salir de las recientes huelgas ha quedado claramente evidenciada si tenemos en cuenta que el Gobierno no ha querido, no ha sabido, o no ha podido, que todo cabe, sentarse en una mesa con los empresarios y con los representantesde las organizaciones sindicales del movimiento obrero a fin de encontrar una solución pactada al proceso huelguístico. Por el contrario, el Gobierno de Arias, al decretar las militarizaciones, respondió con singular dureza al movimiento obrero y funcionarial, queriendo, tal vez, dar con ello ejemplo a las empresas de cómo hay que tratar los conflictos laborales a base de no utilizar la negociación. Por su parte, la Organización Sindical no sólo ha evidenciado su incapacidad sindical, sino también que se ha convertido, en no pocos casos de los que el conflicto de Vitoria es el más claro, en el más poderoso elemento de distorsión de las relaciones laborales, lo que supone que en gran parte, le sean, imputables los costes humanos y sociales que la clase obrera ha pagado, y los costes económicos que para las empresas han supuesto las recientes huelgas. Pero, si para superar la crisis económica los empresarios ofrecen y piden el pacto social, podemos preguntarnos, ¿por qué se ha esperado a 1976 para que los grandes del capitalismo español empiecen a hablar del pacto social? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Acaso no ha habido antes huelgas importantes y crisis económicas graves? Por supuesto que si las ha habido. ¿Qué o quién ha cambiado entonces, para que las alteraciones económicas y laborales tengan hoy una terapéutica empresarial -el pacto social- hasta ahora desconocida en nuestras fábricas?
En mi opinión no pocos empresarios, pero especialmente los que piensan, empiezan a dar por liquidado el pacto que con el franquismo ha tenido, desde 1936, el gran capitalismo financiero e industrial español. Es más, en la medida en que el país quiere disfrutar sin dilación de las libertades civiles, y en la medida en que cierto sector del actual Gobierno lucha por una cierta homologación con Europa, se va clarificando públicamente que las características del sistema nacido en la guerra civil hacía innecesaria, por imposible, tal homologación. De ahí que a los empresarios no les hiciera falta importar la figura del pacto social, pues toda la política social del Régimen se promovió directamente por los distintos gobiernos de Franco, que se encargaban de darle resuelto el tema laboral a las empresas.
Cuarenta años sin pacto social
Durante el mandato franquista, en este país se ha aplicado sistemática y continuadamente, no el pacto social, sino la intervención directa y unilateral del Estado en la fijación de las condiciones de trabajo. Baste recordar a tales efectos que la financiación de la reconstrucción posbélica se hizo con dieciséis años (1942-1958) de autoritarias Reglamentaciones de Trabajo y de ínfimos niveles salariales, y que, vigente ya la ley de Convenios de 1958 o su sucesora de 1973, cada vez que la situación económica hacía recomendable un contratación de costes empresariales, se acudía la fácil expediente de las congelaciones salariales impuestas. Los sucesivos gobiernos del franquismo se han encargado de lograr con su política social lo que, los empresarios, ahora que ya no son aplicables los moldes autoritarios, pretenden obtener con el pacto social: congelar los costes de la mano de obra y reducir la conflictividad.
Pero para perfilar más, puesto que es posible, el favorable marco laboral de que han disfrutado y aún hoy disfrutan los empresarios españoles, inevitablemente hay que referirse a la fragmentación y oscuridad de la legislación laboral del franquismo, necesitada de contínuas interpretaciones por parte del Ministerio de Trabajo, que en materia de ordenación salarial ha mantenido una línea claramente regresiva. Unáse a ella la filosofía de las compensaciones y absorciones salariales, elaborada por el Ministerio de Trabajo y ofrecida en bandeja al empresariado para que éste la aplicara en el negociación colectiva como técnica neutralizadora de las mejoras salariales antes logradas como consecuencia de la dialéctica presión obrera-cesión empresarial. Bien es cierto. que lo hasta aquí mencionado queda minimizado al lado del peso que ha tenido la carencia oficial de un sindicalismo auténtico. ¿Cómo se puede valorar la paz social de que los empresarios españoles han gozado durante tantos años, cuarenta, de sistemática negación del derecho de huelga?
Resulta esclarecedor que sea ahora, cuando ha desaparecido Franco, cuando la oposición al sistema avanza día a día a través de pactos políticos interclasistas con participación de partidos políticos y sindicatos, cuando la Organización Sindical se ha quedado sola y vieja a pesar de los intentos reformistas, resulta elocuente, insisto, que sea ahora, y no antes, cuando los empresarios españoles lanzan, la idea del pacto social. Precisamente por ello, el pacto se presenta alos trabajadores, digámoslo claro, como una técnica más o menos civilizada y de guante blanco, para lograr en 1976 la superación de la crisis del sistema económico español, a las que hasta ahora, cuando las había, se aplicaba el control salarial y la paz laboral impuesta.
El pacto social como objetivo empresarial es, por tanto, la consecuencia más contundente que sobre la vida de las empresas españolas proyecta la desaparición del franquismo iniciaa con la muerte de su fundador. Pretender ignorarlo es desenfocar el análisis de la realidad laboral del país.
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