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Decepcionó el Niño de la Capea

El público estuvo injusto con Paquirri. Le correspondieron dos toros verdaderamente difíciles, desarrollaban sentido, e hizo lo que se podía. Nadie negará que bregó con ellos en el primer tercio y que con la muleta probó, porfió, intentó el toreo. Paquirri aguantó tarascadas y coladas, se jugó el tipo con serenidad, no recurrió a gestos teatrales para que el panorama pareciera aún más negro de lo que estaba.La pita con que se le despidió no tiene sentido, pues ha cumplido sus tres actuaciones en la feria con enorme dignidad. Ha sabido estar en torero y a él se debe gran parte de lo mejor de cuanto hemos visto en las nueve tardes que llevamos de isidrada. La única explicación posible a esta actitud del público es que el sábado era «nuevo en la plaza», o por lo menos nuevo en la feria.

Ayer se celebró la novena corrida de feria con toros de Alonso Moreno para Paquirri, Antonio José Galán y Niño de la Capea

Paquirri.- Estuvo aseado con un lote peligroso. Banderilleó mal al primero. Mató de sendas estocadas cortas y bajas (silencio en los dos toros). Galán.- Con reses boyantes, hizo faenas bullidoras, sin clase alguna. En el segundo, estocada trasera, baja y atravesada, y descabello barrenando (vuelta con protestas). En el quinto, bajonazo, rueda de peones y descabello (vuelta entre grandes protestas). Capea.- Se asustó en el tercero y al sexto le dio derechazos vulgares con el pico. Sufrió una voltereta sin consecuencias. Acabó con aquél de media estocada caída y rueda de peones (silencio). Con el sexto, de estocada corta que produce derrame y rueda de peones (pitos). Los toros.- Bien presentados en conjunto, aunque de cabezas cornicortas, astigordas y romas, salvo el quinto, que tenía un impresionante pitón derecho. Mansearon casi todos. Primero y cuarto desarrollaron sentido. Los restantes valían para el toreo. Otros factores.- Hubo lleno. Presidió el señor Mingüez, discretamente. No debió acceder a que el segundo sólo entrara una vez al caballo. El público protestó el cuarto toro y se oyeron gritos de «¡afeitado!».

Algo así debía de ocurrir porque, por primera vez en muchos días, se pitaba gratuitamente a los picadores, aplaudían cuando los espadas pidieron precipitadamente el cambio de tercio, abroncaban al Niño de la Capea porque su toro tuvo un fuerte derrame después de una estocada arriba.

En estas condiciones todo el rito de la corrida, todo el interés de la lidia, son difíciles de cumplir. Y por otra parte, a los toreros les es posible alcanzar el triunfo fácil si saben jugar con la sensibilidad de los espectadores. Este es el caso de Galán, un maestro en el arte de conectar con el tendido a base de gestos y francas sonrisas. Le salieron dos toros para complacerse con el toreo más exquisito y les dió docenas de pases rápidos, de costadillo y con el pico. La oposición le cantó las verdades y esto frenó bastante el éxito que se veía venir.

El Niño de la Capea tuvo también dos enemigos perfectamente aprovechables y se los dejó ir de mala manera. El geniecillo del tercero le asustó y se lo quitó de en medio. Al sexto, que tenía nobleza por el derecho - por el izquierdo se revolvía- le dio derechazos con un abuso de pico tal que ni los menos iniciados en estos matices podían pasar por alto. Para mí, lo del Niño de la Capea ayer, fue un fracaso. Decepcionó su presentación en la feria.

El público protestó la presencia del cuarto. Se oyeron gritos de «¡afeitado!». Quizá no lo estuviera. Pero ese toro y los seis tenían uno o ambos pitones excesivamente cornicortos, astigordos y romos, más que ninguno el segundo. Y en consecuencia no eran reglamentarios. Quedará a salvo el honor del ganadero, damos por cierto que nadie manipuló las defensas con intención de mermarlas, pero si estas no son íntegras, de ninguna forma pueden admitirse, aunque se sepa que el propio toro se autoafeitó a causa de picazones o accidentes. Las características de las astas es algo que debiera mirarse con lupa en el reconocimiento, para que no pueda haber suspicacias ni malos entendidos.

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