Exposición de Tàpies en homenaje a Joan Prats
Dentro del ciclo inaugural de la barcelonesa Galería Joan Prats abrió ayer una muestra de aguafuertes y aguadas recientes de Antoni Tápies. Con exposiciones como ésta, la de Joan Miró que la precedió o una colectiva de Tápies, Miró y Calder que cerrará el cielo, los organizadores desean rendir homenaje al que fuera promotor infatigable de las vanguardias catalanas.Prats no está presente sólo porque los locales sean aquellos mismos de la Rambla de Catalunya, donde él tuviera su tradicional sombrerería, en cuyo escaparate temblaba una enseña, similar a las de las tiendas medievales, pero cuya ligereza anunciaba a su autor, Calder. Habrá que buscar la presencia de Prats más bien en lo que él tenía de personalidad vinculante y articuladora, que sabía, sin abandonar a priori unas coordenadas de clase muy precisas, defender con empeño las transgresiones más reales. Habrá que buscarla, en suma, en un hilo invisible que aunque no valorado por nosotros desde sentimentalismos ni como la supuesta empresa heroica de que hablan algunos panegíricos, tuvo su enorme importancia como conductor sobre todo en el paso de los censurados años treinta aunos cuarenta que gracias a hombres como él se fueron haciendo algo menos negros, y en que el surrealismo -en particular el de Miró era grito de batalla para los jóvenes iracundos de Dau al Set.
Abriendo la nueva galería bajo el amparo de La Poligrafa, editorial con la que el elegante sombrerero colaboró activamente, es natural que ahora se le dedique un fotoscop, libro que combina fotos y texto según una concepción global que a él y al fotógrafo Lorenzo Gomis se debe. En el libro, a través de una abundante iconografía y de unas páginas de Alexandre Cirici Pellicer, es evocada la tarea y el
personaje Prats: su amistad, desde la juventud, con Miró, del que fue uno de los primeros coleccionistas y que con su ayuda realizaría después de la guerra sus grabados de la Serie Barcelona; el papel central desempeñado en la acción de
ADLAN, esos amics de l'art nou que primero habían querido constiturse en clubs dels snobs y que desde sus reuniones o tertulias elegantes, impulsaron con mucho menos frivolidad de lo que parecía lo más audaz (J. V. Foix, Miró, Calder, el GATCPAC, los logicofobistas Eudald Serra, Ferrant, Robert Gerhard, Picasso, Maruja Mallo) de la creación que florecía durante la República la continuidad, por último, de esta línea tan excepcional en el panorama del coleccionismo y el «mecenazgo» españoles con el apoyo a Dau al Set y otros grupos, que encontraron en el Club 49 una plataforma a la que un público, reducido pero constante prestó su apoyo a las experiencias primeras de Tápies y sus amigos así como a trabajos de vanguardia en el campo de la música o la poesía.
En definitiva, Tápies al exponer en el marco del homenaje a Prats no hace sino reconocer una deuda que no es sólo suya individual sino histórica y colectiva: la de los intelectuales de su generación hacia quien supo mantenerse en primera fila de una labor por la asunción colectiva y concreta (desde una cierta catalanidad, como ocurre con el territorio pictórico inaugurado por Miró) de la vanguardia, más radical.
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