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El público exige toros

Lo que nos faltaba: ayer le dio a Palomo un arrebato. En pocos años, la fiesta de toros -el espectáculo taurino, para hablar con propiedad- ha dado zancadas de gigante hacia su autodestrucción por el ridículo, pero lo de ayer es nuevo. La escena fue lamentable: el quinto toro -nada más que un torillo, no exageremos- se moría por efecto de una mala estocada. Palomo, que le había hecho una faena larguísima y anodina en medio de crecientes protestas, porque el público no toleraba el trapío de aquel animal, componía la figura por delante de la res, en ese desplante pinturero que ya esclásico entre matadores. Nada se le tenía en cuenta. El fracaso se veía venir. Toro y torero se hallaban pegados a las tablas del 5, bajo la gritería y el abucheo. Y de súbito, he aquí que a Palomo le entra lo que pareció ser un arranque de histeria, se golpea el pecho en arrogante actitud, se abalanza sobre el moribundo animalito, se diría que lo quiere abofetear, abraza el morrillo, los peones le tiran de la chaquetilla, lo arrancan de allí, Palomo está desencajado, se aferra a las tablas, pugna por repetir el número, lo sujetan.¿Y despué? A la gente le dio lástima. Juro que a mí también me dio lástima. Muchos que gritaban, callaron. Muchos que callaban aplaudían. Descabelló Palomo, se fue al callejón, arrastraron al toro de la protesta. La pena de muchos se vierte en palmas, que suenan sostenidas, y ocurre lo que sería inaudito si no tuviéramos ya el ánimo dispuesto a lo más insospechado: he aquí que aparece en Ia arena Palomo, está sereno, sonríe, saluda ceremonioso mientras nue vamente se levanta la pita. Consumatum est: la pasión que en absoluto había podido despertar su toreo, el interés que no alcanzó con su muleta, la emoción que jamás pudo ofrecer con el torillo desmedrado, todo junto lo consiguió en un minuto, no se sabe si de desesperación o de camestolendas.

Ayer se celebró la quinta corrida de feria, en la que se lidiaron tres toros de Miguel Higueros, dos del Jaral de la Mira y uno del Pizarral, para El Viti, Palomo Linares y Angel Teruel

El Viti.- No pudo con sus enemigos. Mató echándose fuera al primero, de dos pinchazos, estocada trasera, rueda de peones y dos descabellos, y al cuarto de media estocada (silencio y bronca). Palomo.- Dos faenas aseaditas, sin clase y sin emoción, la segunda de las cuales transcurrió en medio de fuertes protestas por la falta de presencia del toro. Mató a su primero de bajonazo, y al quinto de estocada trasera y caida y dos descabellos (palmas y pitos con saludos en ambos). Se tiró encima de los costillares del quinto, (cuando estaba moribundo), se supone que presa de un ataque de nervios. Teruel.- Anodino toda la tarde. En el tercero, estocada caída (aplausos y saludos). En el sexto, baj onazo (silencio). Los toros.-Fue un saldo la corrida. Los de Higueros, feos y desiguales de trapío, mansos. Dos se devolvieron al corral por su presencia. Los sobreros, serios los tres, tarribién mansos. El del Pizarral embistió muy bien. Otros factores.- Hubo un lleno. Presidió bien el señor Corominas, aunque debió devolveral corral al quinto bisa la; vista de la protesta.

Desde su terreno, ya nos cono cemos los argumentos, aseguran que en Madrid hay «antipalomismo», y no es cielrto. De mí, por ejemplo, puedo decir que no soy antipalomista. Me da lo mismo. Ocurre que si se ve que un torero, al que llaman figura, es incapaz de rematar los pases y, por lo tanto, tras cada uno ha de rectificar, se señala el defecto, llámese como se llame el artesano, y santas pascuas Y si se ve que en el ruedo no hay un toro, pero lo hacen pasar por tal, se protesta y no hay más que hablar Aquí empieza y termina toda la historia de las filias y las fobias que quieren inventar desde el «bunker» taurino para justificar lo que no tiene justificación posible. Ayer hubo lágrimas, otro día habrá ya ni se sabe qué. Pero toro y toreo, eso es lo que aún falta por ver. Es decir: que se vea, que se vea.

Cuando los cabestros se llevaron. al quinto de la tarde, el público aclamó: « ¡Toros, toros, toros! ». No hay duda de lo que se pide, e incluso se exige. Lo que salió, sin embargo, fue otro animal sin trapío, con menos preseticia aún. Y suscitó la protesta, naturalmente. ¿Qué esperaba Palomo? ¿Rosas? ¿La gente es tonta, acaso?

Pero, a todo esto, por allí andaba, agazapado, un señor, serísimo, cabeza de cartel, le tienen por maestro, para cuya corrida de reaparición tuvieron los veterinarios que revisar 18 toros con el fin de sacar seis que fueran aceptables, y que no lo fueron. Tan serio señor, le llaman El Viti, máximo responsable del escándalo, no pudo con lo que le echaron, de donde se deducen graves dudas sobre su maestría y sobre su ética profesional. De tercer hombre estuvo Angel Teruel, cuya actuación aún fue más alarmante: aburrió.

Lo oí en la plaza: próximamente, canonización de Victorino.

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