Adolfo Celdrán: "Silencio roto"
Con una considerable carga de silencio y marginación a sus espaldas, Adolfo Celdrán se presentó en el Teatro Barceló de Madrid para hacer apresurado recuento de más de diez años de continuado trabajo en el terreno de la canción popular. Un trabajo que ha contado con escasas oportunidades de tomar contacto directo con el público, pero que, sin embargo, ha dejado su huella en tres excelentes LP. La aparición reciente de su última grabación, dedicada casi por entero al homenaje del poeta Miguel Hernández, ha servido de pretexto para romper este silencio casi continuo en los últimos tiempos.Ahora, cuando lo prohibido puede comenzar a ser valor rentable en este juego oficial entre la tolerancia y la intransigencia, no es de extrañar que la obra de ciertos cantores marginados pueda ver la luz de los escenarios y obtenga, incluso, el beneplácito de determinados sectores de la información y la comunicación, que han permanecido, hasta ahora, ajenos a la existencia de una canción que, pese a su vocación popular, en la más pura acepción del término, se ha ganado con pleno, merecimiento el calificativo de underground.
El caso de Adolfo Celdrán es especialmente significativo y esclarecedor. Componente y fundador hacia la mitad de los sesenta del grupo Canción del Pueblo, nacido en Madrid como alternativa a la canción comercial y a sus canales de difusión, Adolfo graba su primer disco en 1968 y obtiene su primer fracaso comercial producido por el escaso interés de los medios de comunicación ante estos fenómenos y por las habituales restricciones que sufre hasta nuestros días este género de canción empeñado en ser testimonio de una realidad ambiente que no puede, ser pintada color de rosa. Ante la imposibilidad de vivir de su trabajo, Adolfo Celdrárimaria a Alicante, su ciudad natal, para dedicarse a la enseñanza, actividad que compaginará con la música, sobre todo en el terreno discográfico, en el que surgirán dos nuevas grabaciones en los años de 1975 y 76.
Calidad
Con estos antecedentes no resulta extraño que la presentación en Madrid de Adolfo Celdrán no contara con una masiva afluencia en público; sin embargo, la calidad de su obra y de su exposición sobre el escenario arrancaron fuertes ovaciones y forzaron reiteradas prolongaciones de un recital en el que muchos aficionados, sin duda desconocedores de su trayectoria, se sorprendieron de la madurez creadora e interpretativa de este cantante-autor.En el dilatado repertorio de Celdrán conviven textos de poetas Hernández, León Felipe, Nicolás Guillén, Brect, López Pacheco, etc., con textos propios. La selección de poemas está llevada a cabo con rigor, sin sortear escollor de métrica o de duración, atendiendo a una temática coherente en la denuncia, sin dejar por ello de ahondar en lo personal e íntimo.
Un larguísimo y difícil texto de Brecht, La Cruzada de los niños, es también piedra de toque de su repertorio, musicado en forma de cantar de ciego; utilizando la reiteración típica de este género, la voz de Adolfo logra crear un clima de rara emotividad sin cejar ni un ápice en la eficacia y contundencia del alegato contra los horrores de la guerra. La gama de matices es excepcionalmente amplia e incluye canciones con sabor popular (textos de López Pacheco dedicados a los pescadores asturianos) y ritmos de mayor colorido (poemas de Nicolás Guillén), o de tremenda sobriedad (textos de León Felipe). Una riqueza de matices muy semejantes se da en sus propios textos, en los que confluye una rica veta satírica (El despintador, El pueblecito) con otra más honda y personal en la que habría que destacar dos textos de su última obra: A contratiempo y Al borde del principio, homenaje a Miguel Hernández
Babelia
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