¿Degollada la reforma sindical?
¿Ha quedado degollada la reforma Sindical o simplemente pospuesta? Signos hay, desde luego, de lo uno y de lo otro. La reforma sindical fue borrada de la agenda de trabajo de la Comisión Mixta Gobierno-Consejo Nacional. Arias al mentarla, paso sobre ella como si fueran ascuas, temiendo quemarse, de manera inconcreta y huidiza. La reforma sindical no se incluirá en el referéndum. Este es, hasta ahora, el mayor error cometido por el reformismo. Simplemente porque demuestra una falta de seriedad a la hora de valorar el orden de prioridades. Y una valoración excesiva de, determinadas fuerzas bunker
Gracias a esta competencia, por lo pronto, los procuradores sindicales se convertirán en senadores del reino. ¿Cuántos serán? Seguro que no podrán ser los 150 miembros de las Cortes que la Ley Orgánica reconocía a la Organización Sindical. Algo tendrán que ceder. La tijera recortará la cifra ¿y los nombres? ¿Quiénes se salvarán de la debacle? Esa es, precisamente, una de las grandes incógnitas del proceso político que ahora se abre.
Porque la reforma, para ser viable, necesita los 150 votos sindicales que ahora existen en las Cortes. Y esta podría ser, si no hubiera testimonios de oscurantismo, de cobardía y de pervivencia de formas y pensares autocráticos, si no fascistas, la única explicación honorable de que la reforma sindical hubiera sido pospuesta. De esta forma, en esta primera etapa se ahorraría a los representantes de la CNS el penoso deber de hacerse el Harakiri, de lanzarse como bonzos al fuego o al vacío. Quedaría abierta la portezuela para premiar a quienes no fueran díscolos, la posibilidad de un premio de consolación en los escaños senatoriales. Sería ésta, en definitiva, una forma casera de practicar la ley del embudo. Una especie de subasta del «Un, dos, tres responda otra vez» para los concursantes que supieran permanecer fríos e indiferentes a las sugestiones verbales e demagógicas de su Kilo Ledgard.
Mucho desearía equivocarme. Sostengo que sin reforma sindical no hay reforma creíble, posible. No se puede empezar la casa por el tejado. Hay que ir a los problemas que están en la calle. Fraga lo ha dicho: no hay cuerda bastante para atarlos a todos. Y se refería a los sindicalistas que creen urgente e inaplazable la reforma sindical.
Quizá no fuera imprescindible, en una primera fase, suprimir del todo la representación sindical en las Cámaras. Aunque se trata de un problema más terminológico que real, de un empeño en mantener el corporativismo o la originicidad, más que un veraz proyecto de que los trabajadores estén en el Parlamento, se podría pactar una fórmula de compromiso. Se podría transigir con el número se garantiza la universalidad del sufragio a la hora de la elección. Más difícil, en cambio, es transigir con la posibilidad de que los senadores sindicales sean el precio para posponer la reforma. Si eso fuera verdad, sería realmente lamentable. Y enormemente peligroso.
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