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Alcaraz bate a Nakashima y accede a las semifinales de Tokio

El español vence al estadounidense por 6-2 y 6-4 (en 1h 20m) y se enfrentará este lunes el noruego Ruud, superior a Vukic

Alejandro Ciriza

¿Tobillo? ¿Qué tobillo? En un visto y no visto, del jueves al domingo, a Carlos Alcaraz le ha invadido la amnesia física y transcurre este domingo a toda pastilla en la pista de Tokio, testigo de las últimas fechorías de un tenista ciclónico que cuando está fino y activa el turbo y se desmelena, es poco menos que imparable. Descomunal. Él no corre, él vuela. Y golpea. Y dibuja. La imaginación al poder. Suspiros y más suspiros. Se le cae la baba al público japonés con esa última maniobra que precede al cierre del partido, el 6-2 y 6-4 frente a Brandon Nakashima, en la que el murciano contorsiona la muñeca hasta el infinito (pobres huesos, pobres tendones) y desafía a toda lógica, a la ley física. ¿Lo ha hecho? Así es, lo ha hecho.

En carrera hacia el costado izquierdo de la red, después de otra rectificación y para continuar el zigzagueo propuesto por el norteamericano, esprinta, planea ya en esa mente perversa y cuando la bola viaja ya hacia el pasillo, a punto de caer, él mete el revés de la raqueta y activa los ojos que tiene en la nuca: no solo la caza, no solo la levanta, no solo la devuelve, sino que además la escora elegantemente hacia el lado opuesto de la malla y deja al rival por enésima vez pálido. ¿Qué hacer ante algo así? Sufrirlo. O sencillamente observar, o aprender. O tal vez aplaudir, a elección de cada cual. Pero así son los mundos imaginarios de Alcaraz, un competidor traducido en una bendición, homenaje constante a la fe. Eso es imposible. O quizá no, dice él.

Así que inventa e inventa, y se crece nuevamente en otra demostración de fuerza y dimensión, de jerarquía y de poder que le guía hacia las semifinales del torneo nipón, las novenas que encadena desde el despertar de Montecarlo. A partir de ahí, gloria; de nuevo la cima, y una victoria tras otra. En total, esta temporada acumula ya 65, por lo que iguala su mejor registro, firmado hace dos años. Dispuesto a seguir superándose y a seguir viajando hacia esa perfección que él descarta, pero que “tal vez se pueda rozar”, aseguraba hace poco, el murciano ofrece otro recital y lo padece Nakashima, jugador de buenas formas, 33º del mundo, pero hoy un hombrecillo en manos de un King Kong.

Enseguida se da cuenta el estadounidense de que sus posibilidades van a ser remotas, porque ahí está el español en una versión francamente abusiva, deslumbrante, controladora e imponente. Menuda forma de sacudirle a la pelota. Ese drive está caliente y en tan solo 31 minutos ya se ha cerrado el primer set, resuelto por el número uno sin ceder un solo punto con el saque y descerrajando 18 tiros ganadores, a cada cual más demoledor, más incontestable, más proclive a agudizar la evidente sensación de impotencia que va transmitiendo su rival. Y eso que lo intenta Nakashima, otro de esos hijos de la factoría USA que prometen y al final no llegan de romper. Juega bien, pero se conoce de sobra el final. Simplemente se trata de averiguar cuál prefiere.

Nakashima escoge la opción de rebatir y lo pelea, pero su bola no le hace siquiera cosquillas a un torbellino de casco platino que no se acuerda del tobillo —vendaje hasta la mitad de la pantorrilla izquierda, pero sin rastro alguno de molestia— y que llega aquí y allá, que se gusta y quiere agradar, que allá dejó los devaneos y sella los partidos a golpe de mando: aquí y ahora, cuando él quiera. Cuando él lo decide. Y, convertido ahora en costumbre, prefiere no estirarse, así que lo decanta con el último derechazo profundo e inalcanzable que equivale a su trigesimonoveno envío ganador en dieciocho juegos, por los diez del adversario. Así de radical es la diferencia. Así está el circuito hoy. Alcaraz al frente, Sinner pujando y el resto, haciendo buenamente lo que puede.

Este lunes (11.00, Movistar+), al español le aguarda una cita con Casper Ruud, con el que coincidía hace solo una semana en la Laver Cup de San Francisco y con quien comparte afición y hoyos en el golf. Discreto año el del nórdico, duodécimo en la lista mundial y batido en cuatro de los cinco enfrentamientos entre ambos; venció, no obstante, en el último de ellos, hace un año en Turín. Sabe bien la que se le viene encima, pero no es de los que se arrugue. Lo intentará, que no es poco. 2025 y Alcaraz, en su máximo esplendor: “Probablemente sea el mejor momento de mi carrera, me siento muy bien. Creo que puedo lograr cualquier cosa. Llego al final del año con mucha confianza”.

UNA CALIDAD SOBRESALIENTE

A. C.

Alcaraz firmó su 65ª victoria del curso, igualando el registro que logró hace dos años y con una perspectiva todavía más atractiva, dado que aún faltan prácticamente dos meses para que termine el curso. En 2025 ha elevado siete trofeos, más que nunca, y aún le queda por delante un recorrido que incluye Shanghái, París-Bercy, la Copa de Maestros y la fase final de la Copa Davis.

“Desde que empezó la gira de tierra batida estoy jugando un gran tenis, si no mi mejor tenis”, valoró. “Y todavía quedan por delante unos cuantos torneos más. Confío en seguir así, porque hoy he sentido muy bien la pelota”, amplió el semifinalista, de 22 años y a cuya evaluación respaldan las métricas de la ATP.

Según ésta, la calidad de bola del tenista español ante Nakashima (24 años) fue sobresaliente; en concreto, ascendió a un 9,7 con la derecha (sobre 10) y un 9,5 con el revés. Su promedio anual también es muy elevado, de un 7,5 y un 7,1 respectivamente. Desde su paso por el Principado, en abril, su juego y su rendimiento se han disparado.

Este lunes, él y Ruud completarán el día, después de que Taylor Fritz (6-3, 6-7(5) y 6-3 a Sebastian Korda) y Jenson Brooksby (doble 6-3 a Holger Rune) hayan dilucidado quién es el primer finalista en el primer turno (9.00). Por otra parte, el ruso Daniil Medvedev cerró el paso al malagueño Alejandro Davidovich en el torneo de Pekín (doble 6-3).

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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