‘Personas, lugares y cosas’: Irene Escolar apuesta y gana
La actriz exprime sus dotes interpretativas en un espectáculo en el que la puesta en escena de Pablo Messiez actúa como un personaje más


En una entrevista en la prensa británica tras el estreno de Personas, lugares y cosas en 2015 en Londres, el dramaturgo Duncan Macmillan afirmó: “Escribí este texto con la firme convicción de que muchas actrices brillantes no conseguían papeles que las impulsaran y en los que pudieran destacar”. Se refería a la aclamada interpretación de Denise Dough, que logró uno de los mayores éxitos de su trayectoria encarnando a la protagonista, uno de esos personajes extremos que pueden encumbrar o arruinar una carrera. Consciente del riesgo, pero también con la seguridad de saberse capaz, Irene Escolar compró los derechos de la obra para producirla y representarla en España, sin esperar a que el papel le cayera del cielo. Visto el resultado en el teatro Español de Madrid, Escolar no se equivocó en su apuesta: exprime hasta la última palabra de ese texto que Macmillan concibió para actrices como ella.
Todo el peso de la obra recae sobre ella. Una actriz enganchada a toda clase de drogas colapsa durante una función de La gaviota, de Chéjov, hasta el punto de quedarse bloqueada. A partir de ese momento, emprende un durísimo proceso de rehabilitación que la llevará a ingresar dos veces en una clínica de desintoxicación. Es egoísta, desquiciada y cruel como todo toxicómano, pero también sensible, insegura y frágil como solo puede serlo una diva tan adicta a las drogas como al aplauso. Los mejores momentos son cuando Escolar logra que todas esas capas confluyan en un gesto, una frase, un silencio. El personaje emerge entonces en toda su dimensión.
Pero la centralidad que otorga Macmillan a la protagonista tiene también un efecto negativo en el conjunto de la obra: el resto de los personajes se presentan de manera esquemática y sus relaciones resultan artificiosas y un tanto estereotipadas. El personal de la clínica de desintoxicación, los otros internos y los padres de la actriz son piezas discontinuas de un puzle que no acaba de verse nítido precisamente porque ellos aparecen desdibujados.
La magnífica puesta en escena de Pablo Messiez en el teatro Español amortigua ese efecto. Podría decirse que es un personaje más. El montaje comienza con un decorado realista dominado por el color blanco, en el que la protagonista está representando La gaviota. De pronto, la actriz empieza a desvariar, los muebles desaparecen, los telones suben y queda a la vista la caja escénica negra y desnuda en toda su profundidad. En esa oscuridad transcurrirá casi el resto de la función, hasta que al final el escenario se vuelve a llenar con otro movimiento escenográfico que pone los pelos de punta.
La decisión de Messiez de romper el marco realista eleva la obra de Macmillan hacia una dimensión más poética. También añade textura a los personajes. El desdoblamiento de varios actores del reparto, que suponemos que tiene que ver sobre todo con razones de presupuesto, produce felices reverberaciones. Aparte de Irene Escolar, Javier Ballesteros destaca en el grupo y Claudia Faci, que apenas tiene texto, resulta fascinante deambulando entre los internos, vestida como si saliera de un drama de Chéjov.
La sombra de Chéjov no es gratuita. Macmillan lo evoca estableciendo un vibrante paralelismo con La gaviota. También entre la profesión de actriz y la adicción a las drogas. Como reflexiona la protagonista en uno de sus parlamentos más lúcidos, en ambos casos se trata de buscar un alivio a la prosaica realidad a través de la ficción.
Personas, lugares y cosas
Texto: Duncan Macmillan. Adaptación y dirección: Pablo Messiez.
Reparto: Irene Escolar, Javier Ballesteros, Tomás del Estal, Brays Efe, Sonia Almarcha, Claudia Faci, Daniel Jumillas, Mónica Acevedo, Blanca Javaloy, Manuel Egozkue y Josefina Gorostiza.
Teatro Español de Madrid. Hasta el 11 de enero.
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